lunes, 17 de diciembre de 2012


¿Debe ser el Estado Moderno una unidad política secular? 

              El Estado Moderno si debe ser una unidad política secular, de hecho nace de esta manera y se perfila así como consecuencia de los grandes conflictos que se produjeron mucho antes que los teóricos de las ideas de los siglos XVI y XVII escribieran sobre ello. Uno de los primeros conflictos con trascendencia en este particular fueron las querellas de las investiduras entre los siglos XI y XII, donde hubo un enfrentamiento entre el papado y el emperador por los nombramientos de los prelados eclesiásticos. Este hecho marca una ruptura significativa entre el poder temporal y el espiritual y minan las ciudades del siglo XII de adeptos al papa (güelfos) y aquellos que apoyaban al emperador (gibelinos).

             De esta manera la iglesia siguió enfrentando grandes problemas con la autoridad temporal y  aun en su mismo seno como es verídico en el periodo de Aviñón. El debilitamiento de la iglesia y del Sacro Imperio hicieron que progresivamente los pequeños reinos empezaran a asumir poderes que no les pertenecían y así se fueron perfilando, como en el siglo XIII los juristas franceses le denominan: “rex in regno suo est imperator” donde no solo asumían competencias imperiales sino donde se mermaba progresivamente la fuerza e influencia de la iglesia en sus territorios.

          Con el surgimiento del Estado Moderno la idea del Estado secular, es decir apartado y diferenciado de lo que es la iglesia constituía una de las principales características. Muchos fueron los teóricos que a esto dedicaron parte importante de sus escritos, entre ellos Nicolás Maquiavelo, Martin Lutero, Jean Bodin, entre otros.

             Nicolás Maquiavelo, la política para Maquiavelo estaba dada en términos netamente racionales y precisamente el príncipe debía actuar bajo ciertos parámetros si pretendía conservar el poder. Maquiavelo se convierte en uno de los principales defensores de la secularización del Estado; esto no necesariamente le hacían contrario a la religión ni mucho menos un hereje. Su planteamiento no aceptaba una noción de poder compartida entre un papa y un príncipe. Para el florentino la iglesia debía subordinarse al Estado, no debía actuar ni intervenir en sus decisiones y en cierto modo era visto como una de las grandes razones del debilitamiento y desunión italiana que se evidenciaba en su época. El Estado no debía funcionar con procedimientos impuestos por la iglesia sino bajo su propia razón de ser: lograr obediencia de sus súbditos de la manera que fuera necesaria, sin discriminar entre lo que debía hacer para lograrlo.

              Desde la perspectiva maquiaveliana el príncipe no podría poseer todas las virtudes necesarias para ser catalogado como bueno, pero debía poseer las necesarias y entre estas se encontraba la fe y la religión. Sin embargo advierte que de no tenerla basta con aparentar poseerlas, lo que a su parecer es significativamente más útil. Para el autor ser piadoso y bueno no necesariamente es malo pero el príncipe debe ser capaz de irse al otro extremo siempre que sea necesario para conservar el poder. Por esta razón Maquiavelo afirma que:

…para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar con la fe, la caridad, la humanidad y la religión. Es preciso, pues, que tenga la inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he dicho antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal. [1]

               En este sentido, el príncipe maquiaveliano debe separarse de la moral cristiana siempre que para mantener el poder sea necesario. La inteligencia con la será capaz de adaptarse a las circunstancias se aproxima mucho a la astucia, que no precisamente es una característica de los cristianos virtuosos. Un príncipe hará lo posible siempre que pueda con la finalidad de que sus acciones resulten beneficiosas para conservar el poder.  El no titubear para entrar en el mal significa que no tendrá limitaciones morales basadas en concepciones cristianas (el no matar, por ejemplo) cuando se trate de conservar el poder. La religión es así una de las características que deben estar permanentemente en la boca del príncipe, un instrumento de dominación por excelencia y también de cohesión social. En este sentido el Estado debía guiarse por su propia racionalidad, orientada a la conservación del poder y no bajo el esquema tradicional enmarcado en argumentos morales cristianos.

              Los Orsini, una de las casas nobles mas importantes de Italia constituyen el ejemplo claro de como se ve amenazada según la visión de Maquiavelo la estabilidad de un reino donde el poder  espiritual empieza a asumir poderes temporales, que a visión del autor no le pertenecen. Además la necesidad de  contar con un ejército del propio país y no tribus mercenarias es una de las características vitales para conservar el poder, y precisamente el estar durante tanto tiempo bajo el predominio de la iglesia hizo que Italia se debilitara, entregándose más a la contemplación que a la vida activa de la guerra, causando de esta manera la dependencia de mercenarios que solo peleaban por el beneficio económico que podían obtener.

              Además debe para Maquiavelo ser el Estado una unidad secular puesto que como afirma Touchard: “tiene como una tendencia natural a extenderse; no existe ni moral, ni derecho internacional. En una jungla donde todo le esta permitido, el único problema consiste en calcular bien las empresas, en dosificar la fuerza y la astucia”[2]. Esta idea confirma la importancia de la desvinculación en algunos aspectos de la moral cristiana cuando se trata de administrar el Estado, ya que la política expansiva no se vincula mucho a lo que un buen cristiano debe ser.

               Martin Lutero para este sacerdote alemán era claro que el poder espiritual prevalecía sobre el temporal, que el gobierno de los hombres estaba subordinado a la voluntad divina. Sin embargo, asumía que los poderes temporales no podían ser ocupados  por los representantes de Dios en la tierra, ya que los verdaderos cristianos se interesaban por lo espiritual y eran los hombres comunes quienes debían hacerlo en la tierra con justicia.

          Para afianzar su idea de la separación de poderes temporales y espirituales el autor establece los dos regímenes: el espiritual que esta bajo la regencia de Cristo y hace a los cristianos mas piadosos mediante el Espíritu Santo y el secular que obliga a los no cristianos y a los malos a permanecer en paz aún en contra de su voluntad, algo que para los cristianos no es necesario porque ellos conocen el bien que deben hacer, aunque igual deben obedecer la autoridad civil porque esta viene de Dios.

               Esta separación le lleva a plantear su reproche a los papas con pretensiones de gobiernos en lo secular y sobre los papas y obispos dice; “…deberían ser obispos y predicar la palabra de Dios”[3].  Critica su abandono a las tareas espirituales para convertirse en príncipes seculares gobernando con leyes no divinas (sobre el alma) sino seculares (sobre el cuerpo) a lo que no estan llamados. El orden secular fue creado por Dios según la concepción Luterana para aquellos que no son cristianos y no es deber de los siervos de Dios dedicarse a gobernar palacios, ciudades y países.  

              Es inconcebible desde la visión de Lutero un sacerdote como un príncipe, puesto que para Lutero son los más grandes maliciosos hombres sobre la tierra, de los que nada bueno se puede esperar estos que gobiernan. De los que se debe desvincular en especial todo lo referente a la salvación de las almas.

              A pesar de esta radicalidad también se platea que son precisamente los príncipes quienes deben defender e transmitir  la verdadera fe, no como una contradicción sino como la mejor manera de justificar la subordinación de la autoridad secular a la eclesiástica. Además, Lutero se convierte en un gran opositor a la tendencia hacia la modernización de la iglesia y de hecho sus obras de denuncia en contra de las pretensiones temporales o seculares de la iglesia hicieron que se convirtiera en el protegido de los príncipes alemanes de su época.

              Para Lutero la autoridad secular era distinta a la iglesia, se constituían como  esferas separadas; la primera subordinada a la segunda y esta última no podía interferir directamente en asuntos que le competían directamente a los seculares. Manifiesta conflictos internos que agudizaba la crisis por la que atravesaba la iglesia en esa época, que claramente contribuyó a la disminución de su poder  en lo secular y sirviendo estas tesis (de la autoridad secular) en la reafirmación de la secularización de los Estados Modernos durante el siglo XVI.

              Jean Bodino es quizás uno de los autores que mas aportes hizo a la consolidación del Estado Moderno como una unidad política secular  con su concepción de la soberanía. Su argumento toma relevancia cuando se refiere a las repúblicas como”: …ordenadas por Dios para dar a la república lo que es público y a cada cual lo que le es propio”[4]. Es decir, que son permitidas por Dios para administrar lo que es público. Estas repúblicas son el recto gobierno de varias familias de lo que les es común bajo la obediencia de un cabeza de familia sugiere que el fundamento de todo tipo de racionalidad emana de Dios pero es trabajo de los hombres el ponerse de acuerdo para establecer sus autoridades mundanas.

              Esta noción de soberanía de Bodino se convirtió en la definición por excelencia del modo de ejercicio de poder de los monarcas de los Estados Modernos. La soberanía como: “…el poder absoluto y perpetuo de una republica”[5]. Es decir que el soberano ejerce total poder sobre la republica, no es limitado ni en responsabilidad ni en tiempo; sustentando así el poder monárquico en la modernidad bajo un criterio en donde el rey es quien  crea, deroga y dispensa la ley.

               El aporte más significativo de Bodino en este particular es el establecer a Dios como aquel al único que el príncipe soberano debía dar cuenta, quitando la intermediación del poder espiritual e invistiendo a los monarcas de un privilegio que antes se reservaba solo a los sacerdotes: rendir cuenta a Dios y expresar su voluntad a los demás hombres. De esta forma se establece que los príncipes soberanos se encuentran sujetos a las leyes divinas y de la naturaleza, entre otras leyes comunes a todos.

              El Príncipe soberano ya no se sujeta a condicionamientos legales impuestos por sus predecesores o por si mismo, sino que su poder es mas abarcante. La iglesia no se convierte ni en un limite ni en una mediadora, al tener contacto directo con Dios la importancia de la iglesia en términos de mediación van disminuyendo y es el príncipe que una vez mas gracias a la tesis de Bodino, toma para si grandes poderes y atribuciones que antes pertenecían al poder espiritual. La concepción de soberanía de Bodino deja poco espacio para un poder que quiera ser igual al del príncipe soberano, la iglesia se subordina al príncipe porque es voluntad de Dios que sea el monarca  quien sea regente de los asuntos en la tierra.


[1] MAQUIAVELO, Nicolás (1513/1999): El Príncipe. Buenos Aires, Editado por el Portal Educativo del Estado Argentino.  Versión Digital. Capitulo XVIII.
[2] TOUCHARD, Jean (2006): Historia de las Ideas Políticas. Madrid, Editorial TECNOS.
[3] LUTERO, Martin: De la Autoridad secular y en que medida se le debe obediencia.
[4] BODIN, Jean (1576): Los seis libros de la República.
[5] BODIN, Jean (1576): Los seis libros de la República. Capitulo VIII

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