miércoles, 22 de febrero de 2012

Política y Democracia en Venezuela (Primer articulo relacionado a la Politica, estudiando pregrado en la USB)

Tomando como referencia  el articulo “Dictadura tipo esplenda”  de César Villarroel (Abril 22, 2009) en el diario Últimas Noticias, analizaremos distintos argumentos planteados por el autor, contrastando esta información con diversos ensayos y publicaciones hechas por distintos autores de la talla de  Manuel García-Pelayo, Robert  Dahl y Andrés Stambouli. Esto, con la finalidad de aproximarnos a conocer la realidad política de nuestro país, es decir intentar precisar si en nuestro país existe una verdadera y sólida democracia; representativa, protagónica, que vela por la libertad y que se fundamente en instituciones incorruptibles como plantean los autores antes mencionados. Además de estudiar algunos aspectos de la transformación  del sistema político venezolano en los últimos años.

César  Villarroel en la primera parte de su articulo usa la palabra esplenda (edulcorante que parece, sabe, esta hecho de azúcar, pero no es azúcar), llevándola a un contexto político con el propósito de definir nuestra forma de gobierno en la actualidad, un sistema que según él: “parece dictadura, sabe a dictadura, esta hecha de fascismo ramplón, pero no es una dictadura…tradicional”. De este argumento podemos inferir que, sea cual  sea nuestro sistema político,  esta muy lejos de parecerse a la democracia; sistema en el cual, se respetan los derechos semejantes, la libertad de expresión, organización y oposición política, entre otros aspectos. Esto a pesar de los esfuerzos del gobierno, el cual pretende hacernos creer que; el sistema político en el que vivimos es totalmente “democrático”. Estamos ante una situación que Aníbal Romero  (¿Qué es la democracia?  1990) definiría como “degradación de uso” de la palabra democracia.
En nuestro país la “degradación de uso” de la palabra democracia se ha vuelto la característica principal de nuestro gobierno, puesto que como dice Villarroel “cada día se viola más la Constitución, el Derecho, la moral y la ética con la impúdica complicidad de los poderes públicos”. La supuesta democracia en la que vivimos no es más que el camuflaje de un gobierno dictatorial.

La política venezolana de los últimos años, es sin duda alguna una política dominada por el dinamismo y la confrontación, la tensión y la lucha de ideologías y partidos, en la cual la mayoría ha decidido a pesar de todas las problemáticas existentes que el mejor sistema o camino político de gobernabilidad de nuestro país sea la democracia, aunque a otros no lo reconozcan y traten de implantar sus ideas; alejadas totalmente de la realidad histórica de nuestro país.
La característica especial de nuestro gobierno según Villarroel es que no representa una “dictadura tradicional”, la cual no debe enfrentarse con rebeliones, insurrecciones, etc. Sino que debemos agotar todos los recursos de la Constitución y  el Derecho Internacional para combatirla, pero ¿Hemos  hecho eso anteriormente? ¿Hemos tratado de diferentes formas virar hacia una política de orden y paz, basada en la tolerancia y el respeto como la propiciada por Hans Barth o Dolf Stemberger?

  La respuesta es si, hemos recurrido en muchas ocasiones, pero no hemos obtenidos grandes resultados. No quiero decir con esto, que esos medios pacíficos  sean insuficientes, solo que no representan nada para un Estado que no respeta el derecho, ni la opinión internacional. Adela Cortina (Ciudadanía Política: del hombre político al hombre legal, 2001) habla de la libertad de los Atenienses, la cual,  “consiste en la participación, pero no protege frente a las injerencia de la Asamblea en la vida privada. Por el contrario, la Asamblea puede intervenir en la vida privada, en el quehacer domestico” lo que se parece mucho a nuestra realidad, donde la Asamblea apoya todas las decisiones del Estado y no cumple con su compromiso como institución que fortalece la democracia.
Existen diversos criterios propios de gobiernos democráticos, basados en una constitución que actúa como filtro legal de las decisiones que se han de tomar en un país. Estas según Robert Dahl podrían ser: participación efectiva, derecho al voto, comprensión ilustrada, control de la agenda y la inclusión de todos los ciudadanos, la ultima de estas en nuestro país actualmente es muy mencionada. Aunque en realidad  se este viviendo una “inclusión que excluye” Es decir, el termino “inclusión” solo se usa para designar participación pero solo de sectores comprometidos con una ideología, lo cual no puede ser visto como característica de un país demócrata.

No debemos permitir adornos a nuestra democracia, ya que detrás de estos adornos se esconde un gobierno despótico que abusa y no respeta el papel de las instituciones.  La igualdad política debe ser el norte de un Estado que respete los criterios democráticos.

Otro aspecto que Villarroel expone es “denunciar y enfrentar el fraude que se pretende con el diferimiento  de las elecciones para renovar la Asamblea Nacional.” Esto representa una alternativa anti democrática con miras a perpetuarse en el poder, no de los diputados de la Asamblea Nacional sino del Estado, puesto que, si existe una Asamblea parcializada por más tiempo en el poder; será mucho más fácil gobernar a sus anchas sin ningún tipo de regulación. Un ejemplo claro de lo que Norberto Bobbio (Liberalismo y Democracia, 1985) denominaría “La tiranía de la mayoría” es el caso de la Asamblea Nacional, donde una mayoría parlamentaria esta al servicio de un solo hombre y no a favor de todos los venezolanos.

Ahora bien, después de leer todos estos argumentos de autores que nos hablan de política y democracia, también Villarroel que expone su concepción de la política actual de Venezuela, es necesario plantearnos tres interrogantes básicas: ¿Por qué hemos llegado ha esta situación? ¿Por qué Chávez? ¿Qué le ocurrió a ese sistema democrático que se veía como uno de los más fuertes de América Latina?

La respuesta sin duda alguna es que: nuestra base en educación cívica y ciudadana es muy débil y por ende nuestro sistema político y democrático también lo es; la crisis sufrida en nuestro país de los años 80 es muestra de ello.  Desde ese momento el país empezó a perder la confianza en su sistema electoral, en las promesas de un sistema bipartidista que no pudo afrontar graves crisis económicas y políticas en el país, puesto que se encontraba  sumergido en la corrupción administrativa y  diseñando ajustes económicos ineficaces.

 Estaban dadas todas las condiciones para que llegara al poder Hugo Chávez; un hombre con una propuesta muy diferente, enfocada en los sectores menos favorecidos, y que a pesar de una abstención de más del 40% gano las elecciones del año 1998. El panorama venezolano no cambio en lo absoluto, pues hasta hoy seguimos dependiendo de la renta petrolera, no hemos progresado en materia de cultura cívica  ni educación y se mantiene la mala costumbre de hacer “borrón y cuenta nueva”, en otras palabras; no se ha diseñado una política eficaz de gobierno que se mantenga a través del tiempo, para así generar estabilidad social y política.
En mi opinión todos estos problemas que hoy día tiene la sociedad venezolana no son culpa de los 40 años de mandato de gobiernos oligárquicos o de los 10 años de un gobierno déspota, sino que somos un país que carece de una educación cívica; aquella que poseían los ciudadanos griegos, como menciona Adela Cortina. Era precisamente la ciudadanía la que les permitía tener una relación política entre ellos y la comunidad.  

El populismo no es la vía para solucionar nuestros problemas sociales, ni la concentración de poder en un solo individuo y mucho menos lo es crear una Asamblea Nacional (representante del país) totalmente parcializada y al servicio del Estado y no del pueblo, sino reforzar los valores democráticos de todos los venezolanos y diseñar un sistema político y de justicia confiable que pueda responder a las necesidades crecientes de la sociedad venezolana.

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