lunes, 17 de diciembre de 2012


¿Debe ser el Estado Moderno una unidad política secular? 

              El Estado Moderno si debe ser una unidad política secular, de hecho nace de esta manera y se perfila así como consecuencia de los grandes conflictos que se produjeron mucho antes que los teóricos de las ideas de los siglos XVI y XVII escribieran sobre ello. Uno de los primeros conflictos con trascendencia en este particular fueron las querellas de las investiduras entre los siglos XI y XII, donde hubo un enfrentamiento entre el papado y el emperador por los nombramientos de los prelados eclesiásticos. Este hecho marca una ruptura significativa entre el poder temporal y el espiritual y minan las ciudades del siglo XII de adeptos al papa (güelfos) y aquellos que apoyaban al emperador (gibelinos).

             De esta manera la iglesia siguió enfrentando grandes problemas con la autoridad temporal y  aun en su mismo seno como es verídico en el periodo de Aviñón. El debilitamiento de la iglesia y del Sacro Imperio hicieron que progresivamente los pequeños reinos empezaran a asumir poderes que no les pertenecían y así se fueron perfilando, como en el siglo XIII los juristas franceses le denominan: “rex in regno suo est imperator” donde no solo asumían competencias imperiales sino donde se mermaba progresivamente la fuerza e influencia de la iglesia en sus territorios.

          Con el surgimiento del Estado Moderno la idea del Estado secular, es decir apartado y diferenciado de lo que es la iglesia constituía una de las principales características. Muchos fueron los teóricos que a esto dedicaron parte importante de sus escritos, entre ellos Nicolás Maquiavelo, Martin Lutero, Jean Bodin, entre otros.

             Nicolás Maquiavelo, la política para Maquiavelo estaba dada en términos netamente racionales y precisamente el príncipe debía actuar bajo ciertos parámetros si pretendía conservar el poder. Maquiavelo se convierte en uno de los principales defensores de la secularización del Estado; esto no necesariamente le hacían contrario a la religión ni mucho menos un hereje. Su planteamiento no aceptaba una noción de poder compartida entre un papa y un príncipe. Para el florentino la iglesia debía subordinarse al Estado, no debía actuar ni intervenir en sus decisiones y en cierto modo era visto como una de las grandes razones del debilitamiento y desunión italiana que se evidenciaba en su época. El Estado no debía funcionar con procedimientos impuestos por la iglesia sino bajo su propia razón de ser: lograr obediencia de sus súbditos de la manera que fuera necesaria, sin discriminar entre lo que debía hacer para lograrlo.

              Desde la perspectiva maquiaveliana el príncipe no podría poseer todas las virtudes necesarias para ser catalogado como bueno, pero debía poseer las necesarias y entre estas se encontraba la fe y la religión. Sin embargo advierte que de no tenerla basta con aparentar poseerlas, lo que a su parecer es significativamente más útil. Para el autor ser piadoso y bueno no necesariamente es malo pero el príncipe debe ser capaz de irse al otro extremo siempre que sea necesario para conservar el poder. Por esta razón Maquiavelo afirma que:

…para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar con la fe, la caridad, la humanidad y la religión. Es preciso, pues, que tenga la inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he dicho antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal. [1]

               En este sentido, el príncipe maquiaveliano debe separarse de la moral cristiana siempre que para mantener el poder sea necesario. La inteligencia con la será capaz de adaptarse a las circunstancias se aproxima mucho a la astucia, que no precisamente es una característica de los cristianos virtuosos. Un príncipe hará lo posible siempre que pueda con la finalidad de que sus acciones resulten beneficiosas para conservar el poder.  El no titubear para entrar en el mal significa que no tendrá limitaciones morales basadas en concepciones cristianas (el no matar, por ejemplo) cuando se trate de conservar el poder. La religión es así una de las características que deben estar permanentemente en la boca del príncipe, un instrumento de dominación por excelencia y también de cohesión social. En este sentido el Estado debía guiarse por su propia racionalidad, orientada a la conservación del poder y no bajo el esquema tradicional enmarcado en argumentos morales cristianos.

              Los Orsini, una de las casas nobles mas importantes de Italia constituyen el ejemplo claro de como se ve amenazada según la visión de Maquiavelo la estabilidad de un reino donde el poder  espiritual empieza a asumir poderes temporales, que a visión del autor no le pertenecen. Además la necesidad de  contar con un ejército del propio país y no tribus mercenarias es una de las características vitales para conservar el poder, y precisamente el estar durante tanto tiempo bajo el predominio de la iglesia hizo que Italia se debilitara, entregándose más a la contemplación que a la vida activa de la guerra, causando de esta manera la dependencia de mercenarios que solo peleaban por el beneficio económico que podían obtener.

              Además debe para Maquiavelo ser el Estado una unidad secular puesto que como afirma Touchard: “tiene como una tendencia natural a extenderse; no existe ni moral, ni derecho internacional. En una jungla donde todo le esta permitido, el único problema consiste en calcular bien las empresas, en dosificar la fuerza y la astucia”[2]. Esta idea confirma la importancia de la desvinculación en algunos aspectos de la moral cristiana cuando se trata de administrar el Estado, ya que la política expansiva no se vincula mucho a lo que un buen cristiano debe ser.

               Martin Lutero para este sacerdote alemán era claro que el poder espiritual prevalecía sobre el temporal, que el gobierno de los hombres estaba subordinado a la voluntad divina. Sin embargo, asumía que los poderes temporales no podían ser ocupados  por los representantes de Dios en la tierra, ya que los verdaderos cristianos se interesaban por lo espiritual y eran los hombres comunes quienes debían hacerlo en la tierra con justicia.

          Para afianzar su idea de la separación de poderes temporales y espirituales el autor establece los dos regímenes: el espiritual que esta bajo la regencia de Cristo y hace a los cristianos mas piadosos mediante el Espíritu Santo y el secular que obliga a los no cristianos y a los malos a permanecer en paz aún en contra de su voluntad, algo que para los cristianos no es necesario porque ellos conocen el bien que deben hacer, aunque igual deben obedecer la autoridad civil porque esta viene de Dios.

               Esta separación le lleva a plantear su reproche a los papas con pretensiones de gobiernos en lo secular y sobre los papas y obispos dice; “…deberían ser obispos y predicar la palabra de Dios”[3].  Critica su abandono a las tareas espirituales para convertirse en príncipes seculares gobernando con leyes no divinas (sobre el alma) sino seculares (sobre el cuerpo) a lo que no estan llamados. El orden secular fue creado por Dios según la concepción Luterana para aquellos que no son cristianos y no es deber de los siervos de Dios dedicarse a gobernar palacios, ciudades y países.  

              Es inconcebible desde la visión de Lutero un sacerdote como un príncipe, puesto que para Lutero son los más grandes maliciosos hombres sobre la tierra, de los que nada bueno se puede esperar estos que gobiernan. De los que se debe desvincular en especial todo lo referente a la salvación de las almas.

              A pesar de esta radicalidad también se platea que son precisamente los príncipes quienes deben defender e transmitir  la verdadera fe, no como una contradicción sino como la mejor manera de justificar la subordinación de la autoridad secular a la eclesiástica. Además, Lutero se convierte en un gran opositor a la tendencia hacia la modernización de la iglesia y de hecho sus obras de denuncia en contra de las pretensiones temporales o seculares de la iglesia hicieron que se convirtiera en el protegido de los príncipes alemanes de su época.

              Para Lutero la autoridad secular era distinta a la iglesia, se constituían como  esferas separadas; la primera subordinada a la segunda y esta última no podía interferir directamente en asuntos que le competían directamente a los seculares. Manifiesta conflictos internos que agudizaba la crisis por la que atravesaba la iglesia en esa época, que claramente contribuyó a la disminución de su poder  en lo secular y sirviendo estas tesis (de la autoridad secular) en la reafirmación de la secularización de los Estados Modernos durante el siglo XVI.

              Jean Bodino es quizás uno de los autores que mas aportes hizo a la consolidación del Estado Moderno como una unidad política secular  con su concepción de la soberanía. Su argumento toma relevancia cuando se refiere a las repúblicas como”: …ordenadas por Dios para dar a la república lo que es público y a cada cual lo que le es propio”[4]. Es decir, que son permitidas por Dios para administrar lo que es público. Estas repúblicas son el recto gobierno de varias familias de lo que les es común bajo la obediencia de un cabeza de familia sugiere que el fundamento de todo tipo de racionalidad emana de Dios pero es trabajo de los hombres el ponerse de acuerdo para establecer sus autoridades mundanas.

              Esta noción de soberanía de Bodino se convirtió en la definición por excelencia del modo de ejercicio de poder de los monarcas de los Estados Modernos. La soberanía como: “…el poder absoluto y perpetuo de una republica”[5]. Es decir que el soberano ejerce total poder sobre la republica, no es limitado ni en responsabilidad ni en tiempo; sustentando así el poder monárquico en la modernidad bajo un criterio en donde el rey es quien  crea, deroga y dispensa la ley.

               El aporte más significativo de Bodino en este particular es el establecer a Dios como aquel al único que el príncipe soberano debía dar cuenta, quitando la intermediación del poder espiritual e invistiendo a los monarcas de un privilegio que antes se reservaba solo a los sacerdotes: rendir cuenta a Dios y expresar su voluntad a los demás hombres. De esta forma se establece que los príncipes soberanos se encuentran sujetos a las leyes divinas y de la naturaleza, entre otras leyes comunes a todos.

              El Príncipe soberano ya no se sujeta a condicionamientos legales impuestos por sus predecesores o por si mismo, sino que su poder es mas abarcante. La iglesia no se convierte ni en un limite ni en una mediadora, al tener contacto directo con Dios la importancia de la iglesia en términos de mediación van disminuyendo y es el príncipe que una vez mas gracias a la tesis de Bodino, toma para si grandes poderes y atribuciones que antes pertenecían al poder espiritual. La concepción de soberanía de Bodino deja poco espacio para un poder que quiera ser igual al del príncipe soberano, la iglesia se subordina al príncipe porque es voluntad de Dios que sea el monarca  quien sea regente de los asuntos en la tierra.


[1] MAQUIAVELO, Nicolás (1513/1999): El Príncipe. Buenos Aires, Editado por el Portal Educativo del Estado Argentino.  Versión Digital. Capitulo XVIII.
[2] TOUCHARD, Jean (2006): Historia de las Ideas Políticas. Madrid, Editorial TECNOS.
[3] LUTERO, Martin: De la Autoridad secular y en que medida se le debe obediencia.
[4] BODIN, Jean (1576): Los seis libros de la República.
[5] BODIN, Jean (1576): Los seis libros de la República. Capitulo VIII


Concepción de la Soberanía para Hobbes

               Thomas Hobbes es considerado uno de los autores modernos que mayores aportes ha hecho al pensamiento político de occidente; sus obras en otras áreas como las ciencias naturales no han sido tan reconocidas ni tienen tal trascendencia como en el área de las ideas políticas.
               La concepción de soberanía y su visión del Estado surgen como respuestas  a problemas históricos concretos que se desarrollaban en la Inglaterra de mediados del siglo XVI, sumida en una gran tensión y la creciente necesidad de orden hacen a Hobbes un férreo defensor del absolutismo. Sin embargo, uno de los aspectos mas significativos de su obra no es solo la defensa al absolutismo sino el como lo hace; el pacto entre los hombres para elegir al monarca es uno de los más poderosos refuerzos al absolutismo como forma de gobierno. Una de las grandes disputas de la época se centraba en torno al derecho que tenía el monarca  a gobernar a los súbditos, cuales eran sus limitantes y hasta que punto estan limitantes afectaban la noción de soberanía, al extremo de considerarle tiránico.

               Catalogar a la monarquía como tiranía para Hobbes significaba una amenaza de regresión al Estado de Naturaleza y por lo tanto era inconcebible en la óptica Hobbesiana. En este sentido basta recordar lo que el mismo autor comenta al respecto en la parte final de su obra el Levitan: “Y puesto que el nombre de tiranía no significa en realidad soberanía, de uno o de muchos hombres (salvo por el hecho de que quienes usan la primera palabra se suponen escolarizados con aquellos a quien llaman tiranos)[1]. Es decir, quienes denominan tirano al monarca solo son aquellos que no estan de acuerdo con que detente el poder, son sediciosos que atentan contra la Sociedad Civil que no estan de acuerdo con los medios de castigos necesarios para proveer la seguridad. 

              Estos sediciosos son para Hobbes aquellos que no comprenden que fuera del Estado es imposible la existencia de una sociedad, que ésta tiene existencia y significación dentro de la seguridad que proporciona el ente construido por pacto entre los mismos hombres donde las pasiones no reinan sino que la razón se impone, con todos los valores que se asocian a ella entre los que de manera primaria se encuentra la tan anhelada seguridad; que no es posible en el estado de naturaleza, donde el amor propio y la igualdad natural crean un incipiente miedo a las acciones de los otros.  El miedo reciproco hace imposible el desarrollo de una vida en común bajo ciertos parámetros de orden.

               Es precisamente la  tolerancia con aquellos que confunden el ejercicio de la soberanía con tiranía lo que constituye  una semilla maligna muy perjudicial, puesto que atenta contra una construcción basada en los poderes de la mayoría de los hombres unificados en la voluntad de una persona natural o civil. Hobbes la recuerda porque considera necesario advertir sobre aquello que podría poner en peligro la seguridad alcanzada por los hombres bajo la obediencia a un poder común; arriesgando lo que el autor denomina “deseo de tranquilidad y deseo sensual”. Estos deseos son los que permiten que el hombre se despoje de su propia capacidad para darse protección con su esfuerzo y trabajo de las lesiones y la muerte misma, que es su mayor temor y se la entregue a alguien que pueda velar por la seguridad de si mismo. Esto a través de un poder coercitivo que obligue de manera igual a los hombres a cumplir sus pactos por temor al castigo.

               La palabra tiranía significa ni más, ni menos, la palabra soberanía en el sentido de que no es otra forma de gobernar distinta a la monarquía, es para Hobbes en este particular  una forma de catalogar el ejercicio de la soberanía por aquellos que no toleran el sistema monárquico. En este mismo orden de ideas, el autor moderno nos advierte que “…no son los nombres de otras formas de gobierno, sino de las mismas formas mal queridas. Pues quienes estan descontentos bajo la monarquía la llaman tiranía”[2]. Para Hobbes es preferible cualquier forma de gobierno hazte de no poseer ninguna, aunque advierte como es evidente que la tiranía no es otra forma.

La noción de Soberanía

               Ahora bien, la soberanía es más que un concepto abstracto para Hobbes y para llegar a ella y justificarla parte de premisas lógicas a través del desarrollo de la vida del hombre en etapas históricas bien diferenciadas; esta construcción es us una muestra muy significativa de su interés por la geometría y la influencia que tuvo en su pensamiento.

               La soberanía tiene sus características definidas en monarquía, entre las que pueden contarse: el interés privado es igual al interés público, el monarca recibe consejos de quien y cuando quiera, su opinión no esta sometida inconstancia alguna, entre otros. Estas características se convierten en la manera más ilustrativa de justificar la necesidad de la soberanía en el ejercicio del poder,  donde se obedece por protección y seguridad, donde la sociedad civil no tiene sentido, siquiera es posible plantearse su existencia sin la necesidad de un poder soberano. En este sentido, Hobbes plantea lo siguiente:

                En primer lugar,  la igualdad natural entre los hombres, es decir que entre ellos no exista diferencias tan grandes que permitan que uno reclame para si alguna cosa que otro también considere que pueda poseer  produce conflicto y por lo tanto una creciente inseguridad. Puesto que, precisamente al poseer mismas capacidades surge la igualdad en la esperanza de alcanzar fines determinados.

                Esta inseguridad lleva al hombre a plantearse que la manera de prevalecer y conservar su seguridad  es adelantándose. Esto significa utilizar todos los medios de dominación que estén a su alcance para intentar someter a tantos otros hombres como le sea posible buscando que sobre si mismo no se levante otro poder que le sea superior y ponga en peligro su propia conservación. Este periodo en el que el hombre vive sin que un poder común le obligue a respetarse mutuamente se le conoce según Hobbes como Guerra de todos contra todos donde no existe ni seguridad, ni orden, ni estabilidad donde la sociedad civil no puede por lo tanto siquiera concebirse.

               Precisamente esta situación es la que lleva a los hombres a plantearse un contrato entre ellos mismos y así establecer una Estado Civil, donde se establece la existencia de un poder común capaz de obligar a todos los hombres a cumplir su palabra donde el único temor posible surge de la no obediencia a ese poder y no a las relaciones con los otros hombres.  Este estado civil es producto artificial de pactos entre los mismos hombres  con la finalidad de vivir segura y cómodamente. Sin embargo, una vez pactado y entregado el poder a la persona (monarca o asamblea) es necesario que este posea ciertos atributos y poderes que no estarán limitados por las voluntades individuales de cada pactante. De esta manera se entrega la posibilidad de hacer lo necesario para garantizar la seguridad, que no se poseía en el estado de naturaleza y es precisamente a través de la concepción de Soberanía que explica que dando a ese ente que ejerce el poder común la posibilidad de recaudar dinero para el mantenimiento de soldados  y administrar la justicia sin que se erija un poder superior, lo cual seria imposible porque en si mismo este representa la voluntad de todos. De esta manera, la soberanía en la noción hobbesiana se define como:

…el alma de la república, y una vez separada del cuerpo, los miembros ya no reciben su movimiento de ella. El fin de la obediencia es la protección y allí donde sea detectada por u hombre, en su propia espada o en la de otro, atrae sobre si y por naturaleza la obediencia y el propósito de mantenerla. [3]

               Es decir, fuera del carácter soberano de una forma de gobierno solo puede concebirse el retorno al estado de naturaleza, donde no se obedecen las leyes, donde no se respeta la propiedad ni la industria precisamente porque todos querrían realizar su propia voluntad que de manera casi segura será en oposición a sus comunes. La finalidad de la obediencia como la garantía de seguridad y que el poder común cedido a un hombre debe mantenerse por el bienestar de todos los que participaron en el contrato.

               Este contrato en el que se basa la soberanía  es un contrato entre simples individuos y de allí se engendran muchos súbditos y un solo soberano que carga con la persona denominada república.  Es precisamente de esta manera que Hobbes llega a su concepción de soberanía, no tras un proceso de ensayo-error sino como un proceso natural que busca la propia conservación de cada individuo.





[1] HOBBES Thomas (1651/2007): Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento HOBBES Leviatán. Buenos Aires, Editorial Losada.

[2] HOBBES Thomas (1651/2007): Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento HOBBES Leviatán. Buenos Aires, Editorial Losada. Capitulo XIX.
[3] HOBBES Thomas (1651/2007): Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento HOBBES Leviatán. Buenos Aires, Editorial Losada. Capitulo XXI.

jueves, 19 de julio de 2012


Caudillismo Venezolano


¿Una forma de pluralismo diferenciada o un tipo concreto de feudalismo?


El Feudalismo es sin lugar a dudas uno de los temas históricos más trascendentales y sobre los que se ha producido gran cantidad de bibliografía, quizás sea por esa sensación de retroceso  generalizado de la humanidad; que la mayoría percibe al encontrarse por primera vez con este tema o por lo interesante que resulta el hecho de que haya sido la forma política característica de Europa occidental durante un largo periodo de tiempo.
El feudalismo, como forma política de la Europa Occidental desde caída del Imperio Romano de Occidente y que se mantuvo hasta la formación del Estado Moderno, se puede concebir en palabras de Ganshof como:

Un conjunto de instituciones que crean y rigen obligaciones de obediencia y servicio-principalmente militar- por parte de un hombre libre, llamado vasallo, hacia un hombre libre llamado señor, y obligaciones de protección y sostenimiento por parte del señor respecto al vasallo, dándose en el caso de que la obligación de sostenimiento tuviera la mayoría de las veces como efecto la concesión, por parte del señor al vasallo de un bien llamado feudo. [i]

Ahora bien, lo que hasta ahora se ha dicho podría  hacer pensar a cualquiera que el feudalismo es una cuestión meramente europea, algo a lo que seguramente Von Below añadiría que solo fue una cuestión del mundo romano-germánico. Sin embargo, muchos autores que han escrito sobre este tema creen que no es una cuestión únicamente Europea sino que es un estadio del desarrollo histórico constitucional, por el que ha tenido que pasar alguna vez todo Estado o todo pueblo, [ii]

En base a esa idea que muchos autores comparten, podría pensarse que no es una realidad eminentemente europea y que pudo reproducirse en fechas distintas bajo formas muy diferentes pero que en esencia seguía siendo después de todo Feudalismo, es el caso del Caudillismo venezolano. El caudillismo en Venezuela se caracterizó por muchos rasgos similares al feudalismo de Europa occidental; tales como la jerarquización social, dispersión del poder y otros aspectos.
En lo que respecta a este ensayo, se tiene como propósito establecer que aunque existan similitudes bastante marcadas entre ambos hechos históricos no podríamos si quiera considerar el fenómeno del caudillismo venezolano como una forma atípica de feudalismo, y no es posible mantener tal argumentación porque tales sucesos históricos son profundamente diferentes en cuanto a su origen y naturaleza.  
Para Otto Hintze el feudalismo típico es aquel caracterizado por el predominio de los medios de dominación personal sobre las instituciones, manteniendo una relación de dependencia de hombres libres con hombres libres, profundamente vinculado al patrimonialismo y a la jerarquía eclesiástica con un tipo particular de economía que no siempre fue agraria, aunque este carácter junto con el autárquico marcan gran parte de su desarrollo histórico.
El atípico por su parte es aquel que mantiene estas características pero que  se da en Estados o países extra europeos, pero que el autor solo concibe en Rusia, Japón y el Imperio Islámico.  Hasta ahora podríamos afirmar entonces que no se puede tildar de feudalismo en ninguna de sus formas al fenómeno del caudillismo venezolano, por más similitudes que tenga con aquel. Además es sin duda alguna importante acotar que para Hintze, si falta solo alguna de las características anteriormente mencionadas es imposible hablar de la existencia de feudalismo, y por más parecido que tenga a otro hecho histórico, su origen y naturaleza hacen que sean profundamente distintos.

En lo que respecta al origen, el feudalismo inicia para la mayoría de los autores  (no es el caso de Pirenne quien lo vincula con el proceso de penetración árabe en Europa en el siglo VII) con la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, cuando distintas tribus bárbaras germánicas intentan reproducir la realidad romana y se produce lo que  Otto Hintze denomina Encadenamiento Histórico Universal, que es en resumen las aspiraciones de una cultura con un escaso nivel de desarrollo de ponerse a la par con otra más avanzada, con ambiciones imperialistas que terminan produciendo una realidad totalmente distinta a la originaria.
A diferencia del feudalismo, el Caudillismo venezolano es una forma de pluralismo político, un proceso de toma de decisiones de una sociedad dada en el que concurren diversos grupos sociales y donde el interés personal es en gran medida protagónico. [iii]  Este fenómeno surge durante el proceso de independencia y se mantiene durante gran parte de la historia de Venezuela. Es una forma de Personalismo Político, lo que Graciela Soriano de García-Pelayo entiende como:  “…el ejercicio personal del poder, bien como expresión de la pura voluntad de dominio únicamente sujeta a su propio arbitro, correlativo a la debilidad institucional y/o al escaso arraigo de la norma,...” [iv] 
Sobre su naturaleza, el feudalismo es un proceso político constitucional en el que se sustraen súbditos del imperio y se colocan bajo la mediatización, -como expone Hintze-de autoridades privadas. La división del poder estatal se da entre el rey y estas autoridades (señores feudales) y se basa en su objeto: la tierra y las personas. Los hombres libres se hacían vasallos de señores en búsqueda de manutención de estos y por la profunda inseguridad característica de la época, a través de la encomendación y más adelante ya naciendo en situación de vasallaje. La característica de intransitividad en cuanto a lo que se conoce como pirámide feudal, es uno de los muchos rasgos que comparte con el fenómeno del caudillismo en Venezuela. Sin embargo, por características que ambos compartan, seria un grave error confundirse en una misma cosa.

Sobre la naturaleza del  Caudillismo en Venezuela, Diego Urbaneja [v] ,  argumenta que el orden social resulta de la integración de distintas parcelas de orden social logradas fácticamente  por cada uno de los caudillos en la zona en la que se ejerce el poder y produce el orden nacional. Cosa distinta al feudalismo, que es un primer estadio del Estado moderno, según Hintze. El caudillo se cree que es un sujeto que esta capacitado formalmente para tomar decisiones en una unidad territorial dada (que en tiempo y lugar determinado toma la forma de Estado Nacional). En el caudillismo no existe un pacto o contrato sinalagmático, sino que se logra obediencia porque se cree que el Caudillo mayor es quien dispone de las fuerzas económicas y humanas como para establecer el orden.
Hasta ahora la naturaleza y el origen tanto del feudalismo como el caudillismo, aunque diferenciales no nos han proporcionado una gran distinción, por lo menos no una que sustente la tesis de que el caudillismo no representa una forma típica o atípica de feudalismo, entonces ¿Cómo podríamos establecer esta diferenciación más allá de su origen y naturaleza, que aunque distintos se hacen tan semejantes?  Pues es precisamente el saber diferenciar entre una forma política y una forma de gobierno lo que aclararía esta situación. El Feudalismo es una forma política típica de la Edad Media; es decir, explicaba la manera como se organizaba social y políticamente la sociedad en ese momento histórico determinado. El Estado es otra forma política distinta, y es en ella donde se desarrolla durante el siglo XIX en Venezuela una forma de gobierno denominada Caudillismo, que explica como en un ese contexto histórico se ejercía el poder de una manera determinada. Entonces lo que nos permite afirmar que el caudillismo no es una forma de feudalismo recae no solo en su origen y naturaleza sino en gran medida en que es una forma de gobierno dentro de una forma política denominada Estado, muy distinta al Feudo.







[i] François-Louis Ganshof, El Feudalismo, Barcelona 1963, EDICIONES ARIEL S.A.
[ii] Otto Hintze, Historia de las Formas Políticas, MADRID 1968, EDITORIAL REVISTA DE OCCIDENTE, S.A.

[iii]Urbaneja, Diego, Caudillismo y Pluralismo en el siglo XIX en Venezuela, Caracas 1975, POLITEIA N° 7.
[iv]Soriano Graciela, El personalismo político hispanoamericano del siglo XIX, Caracas 1995, POLITEIA N° 18.


[v]Urbaneja, Diego, Caudillismo y Pluralismo en el siglo XIX en Venezuela, Caracas 1975, POLITEIA N° 7.




miércoles, 22 de febrero de 2012

Política y Democracia en Venezuela (Primer articulo relacionado a la Politica, estudiando pregrado en la USB)

Tomando como referencia  el articulo “Dictadura tipo esplenda”  de César Villarroel (Abril 22, 2009) en el diario Últimas Noticias, analizaremos distintos argumentos planteados por el autor, contrastando esta información con diversos ensayos y publicaciones hechas por distintos autores de la talla de  Manuel García-Pelayo, Robert  Dahl y Andrés Stambouli. Esto, con la finalidad de aproximarnos a conocer la realidad política de nuestro país, es decir intentar precisar si en nuestro país existe una verdadera y sólida democracia; representativa, protagónica, que vela por la libertad y que se fundamente en instituciones incorruptibles como plantean los autores antes mencionados. Además de estudiar algunos aspectos de la transformación  del sistema político venezolano en los últimos años.

César  Villarroel en la primera parte de su articulo usa la palabra esplenda (edulcorante que parece, sabe, esta hecho de azúcar, pero no es azúcar), llevándola a un contexto político con el propósito de definir nuestra forma de gobierno en la actualidad, un sistema que según él: “parece dictadura, sabe a dictadura, esta hecha de fascismo ramplón, pero no es una dictadura…tradicional”. De este argumento podemos inferir que, sea cual  sea nuestro sistema político,  esta muy lejos de parecerse a la democracia; sistema en el cual, se respetan los derechos semejantes, la libertad de expresión, organización y oposición política, entre otros aspectos. Esto a pesar de los esfuerzos del gobierno, el cual pretende hacernos creer que; el sistema político en el que vivimos es totalmente “democrático”. Estamos ante una situación que Aníbal Romero  (¿Qué es la democracia?  1990) definiría como “degradación de uso” de la palabra democracia.
En nuestro país la “degradación de uso” de la palabra democracia se ha vuelto la característica principal de nuestro gobierno, puesto que como dice Villarroel “cada día se viola más la Constitución, el Derecho, la moral y la ética con la impúdica complicidad de los poderes públicos”. La supuesta democracia en la que vivimos no es más que el camuflaje de un gobierno dictatorial.

La política venezolana de los últimos años, es sin duda alguna una política dominada por el dinamismo y la confrontación, la tensión y la lucha de ideologías y partidos, en la cual la mayoría ha decidido a pesar de todas las problemáticas existentes que el mejor sistema o camino político de gobernabilidad de nuestro país sea la democracia, aunque a otros no lo reconozcan y traten de implantar sus ideas; alejadas totalmente de la realidad histórica de nuestro país.
La característica especial de nuestro gobierno según Villarroel es que no representa una “dictadura tradicional”, la cual no debe enfrentarse con rebeliones, insurrecciones, etc. Sino que debemos agotar todos los recursos de la Constitución y  el Derecho Internacional para combatirla, pero ¿Hemos  hecho eso anteriormente? ¿Hemos tratado de diferentes formas virar hacia una política de orden y paz, basada en la tolerancia y el respeto como la propiciada por Hans Barth o Dolf Stemberger?

  La respuesta es si, hemos recurrido en muchas ocasiones, pero no hemos obtenidos grandes resultados. No quiero decir con esto, que esos medios pacíficos  sean insuficientes, solo que no representan nada para un Estado que no respeta el derecho, ni la opinión internacional. Adela Cortina (Ciudadanía Política: del hombre político al hombre legal, 2001) habla de la libertad de los Atenienses, la cual,  “consiste en la participación, pero no protege frente a las injerencia de la Asamblea en la vida privada. Por el contrario, la Asamblea puede intervenir en la vida privada, en el quehacer domestico” lo que se parece mucho a nuestra realidad, donde la Asamblea apoya todas las decisiones del Estado y no cumple con su compromiso como institución que fortalece la democracia.
Existen diversos criterios propios de gobiernos democráticos, basados en una constitución que actúa como filtro legal de las decisiones que se han de tomar en un país. Estas según Robert Dahl podrían ser: participación efectiva, derecho al voto, comprensión ilustrada, control de la agenda y la inclusión de todos los ciudadanos, la ultima de estas en nuestro país actualmente es muy mencionada. Aunque en realidad  se este viviendo una “inclusión que excluye” Es decir, el termino “inclusión” solo se usa para designar participación pero solo de sectores comprometidos con una ideología, lo cual no puede ser visto como característica de un país demócrata.

No debemos permitir adornos a nuestra democracia, ya que detrás de estos adornos se esconde un gobierno despótico que abusa y no respeta el papel de las instituciones.  La igualdad política debe ser el norte de un Estado que respete los criterios democráticos.

Otro aspecto que Villarroel expone es “denunciar y enfrentar el fraude que se pretende con el diferimiento  de las elecciones para renovar la Asamblea Nacional.” Esto representa una alternativa anti democrática con miras a perpetuarse en el poder, no de los diputados de la Asamblea Nacional sino del Estado, puesto que, si existe una Asamblea parcializada por más tiempo en el poder; será mucho más fácil gobernar a sus anchas sin ningún tipo de regulación. Un ejemplo claro de lo que Norberto Bobbio (Liberalismo y Democracia, 1985) denominaría “La tiranía de la mayoría” es el caso de la Asamblea Nacional, donde una mayoría parlamentaria esta al servicio de un solo hombre y no a favor de todos los venezolanos.

Ahora bien, después de leer todos estos argumentos de autores que nos hablan de política y democracia, también Villarroel que expone su concepción de la política actual de Venezuela, es necesario plantearnos tres interrogantes básicas: ¿Por qué hemos llegado ha esta situación? ¿Por qué Chávez? ¿Qué le ocurrió a ese sistema democrático que se veía como uno de los más fuertes de América Latina?

La respuesta sin duda alguna es que: nuestra base en educación cívica y ciudadana es muy débil y por ende nuestro sistema político y democrático también lo es; la crisis sufrida en nuestro país de los años 80 es muestra de ello.  Desde ese momento el país empezó a perder la confianza en su sistema electoral, en las promesas de un sistema bipartidista que no pudo afrontar graves crisis económicas y políticas en el país, puesto que se encontraba  sumergido en la corrupción administrativa y  diseñando ajustes económicos ineficaces.

 Estaban dadas todas las condiciones para que llegara al poder Hugo Chávez; un hombre con una propuesta muy diferente, enfocada en los sectores menos favorecidos, y que a pesar de una abstención de más del 40% gano las elecciones del año 1998. El panorama venezolano no cambio en lo absoluto, pues hasta hoy seguimos dependiendo de la renta petrolera, no hemos progresado en materia de cultura cívica  ni educación y se mantiene la mala costumbre de hacer “borrón y cuenta nueva”, en otras palabras; no se ha diseñado una política eficaz de gobierno que se mantenga a través del tiempo, para así generar estabilidad social y política.
En mi opinión todos estos problemas que hoy día tiene la sociedad venezolana no son culpa de los 40 años de mandato de gobiernos oligárquicos o de los 10 años de un gobierno déspota, sino que somos un país que carece de una educación cívica; aquella que poseían los ciudadanos griegos, como menciona Adela Cortina. Era precisamente la ciudadanía la que les permitía tener una relación política entre ellos y la comunidad.  

El populismo no es la vía para solucionar nuestros problemas sociales, ni la concentración de poder en un solo individuo y mucho menos lo es crear una Asamblea Nacional (representante del país) totalmente parcializada y al servicio del Estado y no del pueblo, sino reforzar los valores democráticos de todos los venezolanos y diseñar un sistema político y de justicia confiable que pueda responder a las necesidades crecientes de la sociedad venezolana.

miércoles, 8 de febrero de 2012

EL PODER Aproximaciones a sus distintas formas de expresión

El inicio de nuestra existencia, independientemente a quién se le atribuya, es una muestra de capacidad. Este término encierra en si mismo otras interesantes e importantes palabras tales como: aptitud, genio y quizás idoneidad. Y precisamente la idea de poder, aunque se evidencia históricamente de diversas maneras, ya sea por medio de monarcas, presidentes, gerentes de grandes grupos comerciales, o el jefe (y con esta palabra se dice mucho) de un almacén; siempre radicará en el hecho de la existencia de alguien o algo al que por alguna razón el resto de los grupos humanos se encuentra subordinado.


Esta condición de subordinación se da ante el reconocimiento de que ese otro cuenta con algunas cualidades que no todos los demás hombres poseen, de algunas herramientas en caso de no ser tan virtuoso y hasta es posible indicar que tal vez exista la subordinación porque se le ha enseñado desde que tiene uso de razón que debe obedecer una determinada autoridad.

Sin embargo, ¿Qué nos lleva a aceptar tal obligación? Sin duda alguna, es una interesante pregunta que se plantea el hombre y que afortunadamente, no recibiendo una verdad absoluta tiene opciones de respuesta según fundamentos teológicos o filosóficos.

La teología, en referencia específicamente a la fe del mundo cristiano occidental, se aproxima a este hecho en su afirmación de que el origen de  todas las cosas es Dios. Basta solo con abrir la Biblia y en el primer versículo del capitulo primero del Génesis encontrar: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Evidentemente hallamos dos componentes interesantes en la oración que ya habíamos anticipado al inicio: la figura es Dios en si mismo, un ente más allá de lo físico, idóneo, con genio y capacidades extraordinarias para crear todo lo conocido. Ahora bien ¿seria cuestionable la autoridad de algún hombre respaldo por tan grande figura? Con seguridad esta pregunta encontrara su respuesta más adelante.

También la filosofía se pregunta acerca de la aceptación de las obligaciones, y aunque la mayor parte del ensayo se basará en aspectos filosóficos en función de aproximarnos lo más que se pueda a lo que significa el poder y sus formas de expresión; es obligatorio hacer una introducción al tema. En este sentido, ya no es Dios quien detenta las capacidades sino el hombre quien entrega esta capacidad  a otro hombre, dicho por Schmitt: “el poder que un hombre ejerce sobre otros hombres proviene de los propios hombres”.  Ya no hay ente metafísico de por medio  sino que es una especie de pacto entre hombres, concepción hobbesiana sin lugar a dudas. Es aquí donde se evidencia que el propio deseo de seguridad que esta arraigado profundamente a la naturaleza del hombre, como dice Sabine “…es inseparable del deseo de poder, medio actual de conseguir bienes futuros aparentes, porque todo grado de seguridad necesita asegurarse aún más”.

Ambas consideraciones más que repuestas, ayudan a entender el porque de la aceptación de la obligación, comprender que el poder tiene diversas formas de expresarse, por una parte, como  la capacidad y habilidad que se tiene para establecer obligaciones y lograr imponer la voluntad lo que podríamos llamar expresión externa del poder  y el poder como una forma de estar seguros que tiene mas que ver con lo interno del hombre.

Existen formas de lograr la obediencia de otros, de imponer, como afirma Weber nuestra propia voluntad, esa es precisamente la expresión externa del poder. Trata de que otros puedan reconocer la autoridad en cualquier situación y para esto se requiere contar con la coerción, puesto que la misma condición humana con su variabilidad hace imposible que la obediencia siempre sea voluntaria. Esto podría hacer pensar que la expresión externa del poder solo puede ser aplicada por un hombre, pero para Dowse y Hugues “La sociedad como conjunto es un mecanismo de coerción que, constituido a costa de la felicidad personal, conduce a un modelo de frustración- agresión, que a su vez necesita de control.” Es decir, en muchas ocasiones la idea de bienestar individual debe subordinarse a la del bienestar del que detenta el poder y en este caso no precisamente es uno sino un conjunto de hombres. Es un mecanismo de coerción porque para vivir en ella hay que seguir ciertos lineamientos impuestos por el mismo hombre, de lo contrario se producirían consecuencias.

Ya es evidente que no siempre el poder será ejercido por  un solo hombre como en ocasiones se acostumbra a ver, pero sea uno o varios siempre se busca obediencia.  Dowse y Hugues argumentan:

“El hombre hace lo que se espera de el, porque si no se somete puede verse amenazado por un castigo físico, una privación o una sanción. El hombre obedece, porque de no hacerlo podría ser castigado; según este punto de vista, la base del orden social es la fuerza.”

            La obediencia en estos términos solo es posible por el temor a la sanción, no quiere decir que no pueda existir obediencia voluntaria, pero en sociedad por lo ya mencionado es difícil que todos nos pongamos de acuerdo sobre las mismas cosas, la mención de la fuerza como garante del  orden social en la cita es muestra de ello.

            Cuando nos referimos a expresión externa del poder quizás el absolutismo monárquico puede servirnos de referencia, en esta forma de gobierno todos reconocían y no discutían la supremacía del monarca sobre los demás que le rodeaban. Era visible en su investidura, su genealogía, su condición de idoneidad, pero esto no era suficiente para lograr la obediencia que se requería del súbdito, era necesario entre otras cosas apelar a un ente metafísico, algo muy superior quizás al monarca mismo, más grande aun que la totalidad de los hombres, y precisamente la fe servía como el instrumento ideal. Por voluntad de Dios era un determinado hombre quien debía gobernar, toda la autoridad se concentraba en un personaje que por gracia divina creaba y dispensaba la ley. En este sentido tendríamos de ejemplo Fernando II de Aragón, Enrique VIII y Luis XIV de Francia, entre otros.

            En este sentido  Carl Schmitt explica el poder basado en argumentos como este se justifica porque, “…quién lo ejerce es portador de una cualidad divina: con su poder lleva a cabo algo divino; deberíamos honrarlo, si bien no a el específicamente, al poder de Dios que en el se manifiesta.”

            No es cuestionable bajo ninguna circunstancia para un individuo del siglo XV tal autoridad, es algo que sobrepasa los límites de su comprensión y más de lo que su fe le permite ver. Vemos entonces que el poder esta configurado y apoyado en muchos elementos, que por si solo tal vez no tuvieran el efecto tan significativo que tiene. La coerción no se  deja a un lado, es su fiel compañera por si alguna extraña razón alguien se niegue a ver tal expresión de autoridad.

            A pesar de todos estos elementos de apreciación externa era necesario que el poder estuviera debidamente organizado y racionalmente estructurado, debía dejar de ser resultado de un proceso de condensación fáctica  y pasar a evidenciarse, como dice García-Pelayo  “a través de sujetos y de identidades institucionales dotadas de medios coactivos… de la puesta en vigencia de un plan o de una constitución...” Esto con la finalidad de hacer posible el establecer orden social. A mediados del siglo XV autores como Nicolás Maquiavelo se aproximaron notablemente a las formas de mantener el poder. Para ese entonces lo que se ha denominado expresión externa del poder esta solidificada, por una investidura divina y una institucional.

            La divina, descansaba ampliamente en el apoyo de la iglesia (poder espiritual) al  rey. La iglesia podía llegar a todos los súbditos, desde los que más posiciones tenían hasta los menos privilegiados. Sin embargo, no era el poder principal, como diría Schmitt era un mecanismo de expresión de tal poder, y basta con solo ver que tal potencia tenia limites ante la figura del monarca. La separación de Enrique VIII de Inglaterra de la iglesia católica para fundar la Iglesia anglicana es muestra de ello. Lo que evidencia que ser poderoso y tener acceso al poderoso son dos consideraciones muy diferentes.

            La institucional, descansa en elementos como la corte, los símbolos, la tradición, entre otros.  Todos estos en subordinación, a la figura del monarca. La expresión externa del poder se ha sentado cómodamente en dos amplios instrumentos para lograr obediencia. Lo que inevitablemente trae a nuestra mente el Leviatán de Hobbes.

            Es Max  Weber quien luego de poco tiempo establece el poder como una forma de obligar, de dominar, en lo que hasta ahora  nos hemos enfocado debido a que es la forma más representativa de expresión externa del mismo. El filósofo alemán nos presenta tres tipos de dominación que se legitiman, y después de lo tratado anteriormente no será difícil de comprender.

            En primer lugar tenemos la dominación racional, donde el grupo social cree  que el que detenta el poder gobierna con apego a un conjunto de reglas racionalmente estructuradas, y por esto se legitima. El ejemplo más representativo de este tipo de dominación son las instituciones creadas a partir del surgimiento del Estado Moderno, donde el monarca concentra todos los poderes en si mismo, es el quien crea y dispensa la ley (Ab legibus solutus). Respaldado por la iglesia y las instituciones su poder es incuestionable. El cuerpo social no posee derecho sino que tiene obligaciones, no obedecer al monarca es no obedecer la voluntad divina.

            En segundo lugar  tenemos la dominación tradicional,  que después de todo es la creencia del grupo social en la santidad y necesidad de apego a las tradiciones, a lo que desde hace mucho tiempo los rige. Sobre este tipo de dominación nos es referencia el pacto de fidelidad entre el siervo y el señor feudal.

            Por último tenemos la dominación carismática, consiste en obediencia apoyada en los elementos extraordinarios de un líder, cuyas cualidades son mostradas y demostradas. Este último caracteriza a figuras de regímenes totalitarios como Hittler o Lenin.

            El enfoque hasta ahora ha sido en función de uno solo de los planteamientos hechos en la introducción, el poder como el hecho de lograr imponer la voluntad, entendido así por Weber y  denominado en el presente texto como una forma expresión externa del poder . Ahora bien, existe otra forma de entender el poder de una manera más interna, como una concepción particularizada de cada individuo, quizás la que menos tomamos racionalmente en cuenta, pero que se evidencia en aspectos cotidianos de la vida (acumular dinero por la incertidumbre a el comportamiento de la economía e el futuro, por ejemplo)  y esta es la del poder como una forma de estar seguros.

            Para Hobbes la conducta humana estaba condicionada por el estimulo y la respuesta. Ante ciertas situaciones el individuo actuaba de manera determinada, siempre y cuando esto garantizara su propia seguridad. El Principio de Propia Conservación de Hobbes es entendido para Sabine como: “La norma que hay tras toda conducta es la de que el cuerpo vivo trata intuitivamente de conservar o aumentar su vitalidad…la propia conservación significa precisamente la continuación de la existencia biológica del individuo”.

            Es decir que una vez concebido el hombre para Hobbes como un ser egoísta se establece el principio de la propia conservación, que entre otras cosas establece que el ser humano siempre buscará la manera de continuar existiendo, aunque sabe que no es una estructura permanente en el tiempo buscará incansablemente  la manera de prolongar su desaparición lo más que pueda. ¿Por qué se plantea todo esto? Bien, para tratar el poder como una forma de estar seguros es necesario conocer porque se da el deseo de sentirse protegido.

            Para Schmitt es la debilidad ante una determinada situación de peligro la que produce temor y miedo en el hombre, lo que le lleva a sentir deseo de seguridad y buscarlo en un aparato, ente, hombre o figura que pueda proporcionárselo. 

            Es el hombre quien conociendo su naturaleza teme a sus relaciones con los de su misma especie. Tener poder, esto es la capacidad para obligar a otro hacer su voluntad; significa una manera de resguardarse, de auto protegerse. Sabine con respecto a esto establece que:

El deseo de seguridad, necesidad verdaderamente fundamental de la naturaleza humana, es, para todo propósito práctico, inseparable del deseo de poder, medio actual de conseguir bienes futuros aparentes, porque todo grado de seguridad necesita asegurarse aun más. De este modo señalo, en primer lugar, como inclinación general de la humanidad entera, un perpetuo e incansable afán de poder que cesa solamente con la muerte. Y la causa de esto no siempre es que un hombre espere un placer mas intenso del que ha alcanzado; o que no llegue a satisfacerse con un moderado poder, sino que no pueda asegurar su poderío y los fundamentos de su bienestar actual, sino adquiriendo otros nuevos.

            Se plantea el deseo de la seguridad como una necesidad del genero humano, buscar permanecer y hacer de esa permanencia lo mas segura posible, significa de alguna manera dominar la voluntad del otro. Si la voluntad de un hombre prevalece sobre la del otro, quiere decir que uno es lo suficientemente fuerte para obligar al otro que es evidentemente menos fuerte que el. Se trata de imponer la voluntad en garantía de propia seguridad.

            Es inseparable el deseo de seguridad del deseo de poder en el contexto en que Sabine lo plantea (relacionado con aspectos económicos y de producción)  puesto que una vez obtenido lo que se quiere como forma de estar seguro, se plantea el mantenerlo.   Es una consideración hecha desde el punto de vista económico pero que aplica a distintas e interesantes realidades vinculadas a la historia, tal es el caso del plebiscito que dió a Bonaparte el poder de convertirse en cónsul vitalicio.

            La necesidad de sentirse seguro según Sabine termina cuando se esta muerto, después de todo es lo que el poder había tratado de evitar, ya en ese estado pensar en poder es inútil. No se tiene la necesidad de sentirse seguro, de dominar al otro, de tener poder sobre las cosas en una realidad que desconocemos.

            Otro elemento que puede extraerse de la cita a Sabine y que de alguna manera apoya la idea de poder como una forma de estar seguros es que se tienen la sensación de seguridad a través del poder cuando se es capaz de obtener más de lo que ya se tiene. La necesidad de seguridad deja claro que en el hombre ésta se encuentra acompañada de una necesidad aun mucho mayor de tener poder, de tener la capacidad de dominar, de imponer la voluntad.

            Es precisamente esta desigualdad basada en el deseo de seguridad la que determina quién es el que tiene en una circunstancia dada el poder, ya que no puede obtenerse de forma total, ni aun Luis XIV podía jactarse de ello. El poderoso es quien puede mantener y dominar las magnitudes de las relaciones de poder, y es Sloterdijk quien, después de todo nos plantea esta importante consideración. Schmitt diría lo mismo de otra forma, se podrá exigir obediencia  aquel que tenga el poder para proteger. Una vez recibida esa protección no se tiene derecho a rehusar de obedecer. Y es justo en este punto donde ambas formas de expresión de poder se evidencian.

            En búsqueda de lograr la dominación, la imposición de la voluntad sobre la de otro se ha recurrido a diferentes medios; desde la fe como ente no discutible en tiempos pasados, hasta marcos institucionales mas recientes que establecen dominio en función del bienestar de la sociedad misma. Aunque hay que dejar claro que como dice Sloterdijk el poder no es disponer de medios, ellos después de todo son uno de los más significativos aspectos  para lograr que otros obedezcan.

Los fines del poder más que lograr la subordinación, la obediencia o respeto tienen su reto a conservarlos en el tiempo. Sin embargo, no cualquier cosa puede hacerse con el poder, este tiene como limite la legitimidad que le otorgan los subordinados, es después de todo una capacidad de relación.

Relación en la que existirá un poderoso,  y otros que se encuentran a su alrededor. Este que detenta el poder esta en la capacidad de entender cuando ya el poder no le pertenece, puesto que el poder no se delega, simplemente se pierde, esto ocurre cuando existen interpretaciones incorrectas sobre el mismo.

Las expresiones del poder son las formas en que podemos entender como se dan las relaciones entre los hombres, la expresión externa ayuda a comprender que el hombre independientemente la respuesta que busque ya sea en la fe o en la filosofía lograra entender que existe un poderosos, que cuenta con los medios necesarios para logar sus fines específicos.

El estar seguros debido a nuestra condición de seres mortales solo se concibe cuando puedo acumular con notable ventaja relaciones de poder, mientras más poder se tenga mayor será la sensación de seguridad se tendrá.

No se pretendía  entre tanta letra establecer una teoría de validez universal, vaya que tienen suerte los matemáticos al contar con un teorema fundamental del calculo y para casi cualquier cosa que se plantean, no se quería dar la sensación al lector de tener la respuesta única y verdadera sobre el por qué obedecemos. No puede ser una respuesta única porque seria la “única” de un particular, ni verdadera porque la verdad absoluta no existe, si fuera así, posiblemente estaríamos bastante lejos de un renacimiento de ideas.

A modo final podría decirse que el poderoso es aquel que ha logrado sentirse un tanto más seguro que el resto de los hombres, y que en un contexto determinado y por un periodo de tiempo especifico logar imponer su voluntad. Las aproximaciones a las distintas formas de expresión del poder solo nos ayudan a entender una cosa, el que detenta el poder lo hace con la finalidad de prolongar y mantener su seguridad y  se obedece por la necesidad de estar misma necesidad de estar seguros. Lo que de alguna manera puede variar es la posición frente a la situación, ser el poderoso o el que obedece.