La comunidad, en un sentido estrictamente sencillo y común denota un
conjunto de individuos que comparten ciertos intereses, luchas y
reivindicaciones y que guían sus esfuerzos hacia la satisfacción de
determinadas necesidades. Esta concepción, aunque simple, revela una importante
carga valorativa y un significado plenamente político. Dice mucho en poco y nos
adentra al tema que en corto ensayo iremos desarrollando a continuación.
Pero antes, es necesario hacer referencia al fundamento y la base de esta
discusión, la política. Sea entendida como ciencia, hecho, realidad o como
desee observarse, se trata de lo que nos es común. De lo que nos pone en común
a los individuos que somos parte de la sociedad y por lo tanto es importante
para todos. Aristóteles, en el libro I de la Política atribuía al hombre algo
propiamente político en su esencia; “Zóon
Polikon” es decir; el hombre como un animal político que tiene por lo tanto
la posibilidad de relacionarse con otros individuos y organizar su vida. Para
el autor, la política se entendía como algo que en esencia era un atributo natural
del hombre.
Sin embargo, Hannah Arendt nos plantea una aproximación distinta en ¿Qué es
la política? Para Arendt no existe en la esencia del hombre algo que sea
plenamente político, sino que la "política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos..." Es decir, es el estar entre, que nace de la posibilidad de pensar en la política. La pluralidad como regla fundamental de convivencia, y por lo tanto, nota esencial de la política.
La aproximación de Arendt es la que se vincula al concepto de comunidad, si se quiere que éste se entienda en términos de la Ciencia Política contemporánea, es decir; la comunidad como el espacio donde se resaltan las necesidades humanas comunes, donde el poder se manifiesta a través de la interacción de los individuos. Todo esto se ha dicho con la finalidad de no perder el enfoque, teniendo en consideración que aun a pesar de la importancia y trascendencia de la política es imposible estudiar un fenómeno desde una sola arista, desde una sola perspectiva o un único paradigma. Recordando ademas, que todo fenómeno que involucre a individuos y sus elecciones será evidentemente complejo y por lo tanto requiere un esfuerzo de distintas disciplinas para aproximarse a las posibles soluciones.
Ahora bien, el planteamiento central es tan sencillo como amplio, y como asunto político no se agota en una discusión de diez o cien páginas, sólo se introduce y sobre la base de la discusión y los aportes toma forma y se replantea; dado a su imposibilidad de ser estático. Lo que se pretende señalar como base es lo siguiente: la comunidad como un concepto fundamentalmente político y con una importante carga axiológica que replantea en nuestra sociedad actual los conceptos de democracia, participación y por supuesto poder. El abordaje del tema será de la siguiente manera:
La aproximación de Arendt es la que se vincula al concepto de comunidad, si se quiere que éste se entienda en términos de la Ciencia Política contemporánea, es decir; la comunidad como el espacio donde se resaltan las necesidades humanas comunes, donde el poder se manifiesta a través de la interacción de los individuos. Todo esto se ha dicho con la finalidad de no perder el enfoque, teniendo en consideración que aun a pesar de la importancia y trascendencia de la política es imposible estudiar un fenómeno desde una sola arista, desde una sola perspectiva o un único paradigma. Recordando ademas, que todo fenómeno que involucre a individuos y sus elecciones será evidentemente complejo y por lo tanto requiere un esfuerzo de distintas disciplinas para aproximarse a las posibles soluciones.
Ahora bien, el planteamiento central es tan sencillo como amplio, y como asunto político no se agota en una discusión de diez o cien páginas, sólo se introduce y sobre la base de la discusión y los aportes toma forma y se replantea; dado a su imposibilidad de ser estático. Lo que se pretende señalar como base es lo siguiente: la comunidad como un concepto fundamentalmente político y con una importante carga axiológica que replantea en nuestra sociedad actual los conceptos de democracia, participación y por supuesto poder. El abordaje del tema será de la siguiente manera:
En primer lugar, se discutirá el concepto de comunidad, su caracterización
y su reto como elemento innovador en las democracias modernas. Para ello será
necesario hacer referencia a las nuevas formas de entender el poder que se
divorcian de las tradicionales y da mayor protagonismo a los individuos en la
construcción de la participación y la democracia.
En segundo lugar, la importancia de las comunidades de conocimiento en la
construcción de nuevas formas de ejercer el poder desde la ciudadanía: el
transito del sujeto pasivo al ciudadano activo que revitaliza la concepción de
la democracia en la época contemporánea. En este particular, evaluaremos el
papel de las redes sociales como mecanismos de participación que generan
cambios en las estructuras de poder.
En tercer lugar, los valores y su
influencia en la forma de hacer política. Los valores sociales y su
diferenciación con los valores de la comunidad. Las nuevas formas de entender
la relación de los individuos bajo el concepto de comunidad y la idea de poder
que se presenta detrás de ello. Por
ultimo, intentando hacer del planteamiento una realidad cercana se intentará
abordar la diferencia entre la noción de poder popular como idea fundamental
del proceso revolucionario venezolano y la idea de poder en la comunidad como
realidad a la que cada día avanzan los sistemas democráticos de mayor
estabilidad.
De todo lo anterior se espera que se tenga una aproximación a las
consecuencias, los cambios y las nuevas realidades que nos plantea la comunidad
como una forma de entender los problemas políticos tomando en consideración un
conjunto de valores que profundizan la democracia y reorientan la noción del
poder. Esto, con la conciencia de la importancia que el poder en la comunidad
(como idea rectora) tiene para entender los cambios en los regímenes
democráticos de América Latina, y como ya se verá en breve, el caso particular
de Venezuela.
La
Comunidad: caracterización, retos y noción del poder
Para
Luis Villoro (ver El Poder y el Valor: La Comunidad), la comunidad está constituida como
un espacio donde los individuos que la componen se consideran a sí mismos un
elemento de la totalidad y por lo tanto no solo buscan su propio bien, sino que
en ese trayecto se busca el bienestar del otro. Así, los valores no son exclusivos de los
sujetos como entes individuales sino que han sido internalizados por quienes se
asumen parte de la comunidad.
Es una realidad, aunque
por sus pretensiones parezca más un ideal, hacia lo que toda sociedad ordenada
aspira. Esta asociación e internalización de valores no quiere decir que sean
comunidades comunitaristas, tampoco tan colectivistas como las mencionadas en
los evangelios “tenían todas las cosas en común” (Libro de Hechos de los
Apóstoles) sino comunidades donde se ha diferenciado claramente entre lo púbico
y lo privado, donde la construcción de lo que es común se concibe como un
beneficio particular y por lo tanto es una actividad que por sí misma tiene
incentivos.
Es el espacio donde
confluyen en última instancia el “poder disgregado” del Estado y de sus
instituciones y por lo tanto se convierte en un espacio no solo de discusión de
lo político, sino que se plantean muchas de las grandes dificultades de la
política convencional (las reacciones entre os individuos y as instituciones,
entendidas como puentes entre a política y la ciudadanía). Respecto a la
ciudadanía, en la comunidad han dejado de ser simple observadora para
convertirse en cada vez más activa y fundamenta en los procesos de cambio
político.
Sobre la caracterización
de la comunidad, hay un aspecto relevante que destaca Villoro siempre que tiene
oportunidad de hacerlo, esto es: “en la comunidad, nadie se plantea, por lo
tanto, la posibilidad de sacar beneficio de un bien común sin haber contribuido
a él”. Con esto quiere decir que en la comunidad los beneficios se construyen
colectivamente, por lo tanto es difícil que la figura del “aprovechado” o quizá
“el vivo” permanezca dentro de una sociedad que apunte hacia a comunidad. Otro caracterización
está asociada a la concordancia entre lo
que desea como sujeto y lo deseable para la colectividad, esto no es un
problema. Aunque esto no quiere decir que el individuo sacrifique lo que le es
particular, lo relativo a la vida privada como sujeto.
Una vez conocidos estos
aspectos acerca de la definición y caracterización de la comunidad, es
necesario plantearse como opera el poder en y desde las comunidades. Para esto,
utilizaremos como base las ideas desarrolladas por Gilles Deleuze respecto al
poder en Foucault. Para Deleuze, es precisamente Foucault el primero en
inventar una nueva concepción del poder que es diferente a las anteriores y que
bajo nuestra óptica, asocia el poder más hacia las comunidades, las bases y no
solo a las instituciones o los “detentadores tradicionales”. Esto lo plantea a
través de distintos postulados, entre los que tenemos:
En primer lugar que según
Foucault, el poder no es una propiedad, el poder más que una posesión es un
ejercicio y por lo tanto no es de quien dice poseerlo sino de quien
efectivamente lo ejerce. Por esta razón, hoy cada vez más parece que el poder
se manifiesta en las comunidades y grupos de reivindicaciones, hay una
tendencia entonces a concebir a los funcionarios como servidores púbicos más
que detentadores natos de poder. El segundo postulado es clave en el argumento
que planteamos desde el inicio (el concepto de comunidad y el replanteamiento
que hace al concepto de poder) puesto que para Foucault, el poder no es
entendido única y exclusivamente como poder de Estado, no es el ente de origen
y fin del poder. El poder es complejo, más amplio y sale de la esfera estatal.
Lo que se corresponde con la nueva concepción de ciudadanía, quien asume el
poder para transformar su entorno más allá de su participación en las
elecciones periódicas o referéndums. Aun más allá de los mecanismos
tradicionales de participación que puede delinear o no una institución.
El tercer y último
postulado que mencionaremos, el de la esencia es importante para entender que
el significado del poder ha cambiado y ya no se entiende de la manera
tradicional. El poder carece en sí mismo de esencia para Foucault, es
operatorio y por lo tanto se define como una relación: entre quienes pretenden
dominar y quienes son dominados. Esta relación no necesariamente debe ser
lineal, ni de arriba hacia abajo. Sino que hoy en día se evidencia más la
tendencia de que desde la base también puede ejercerse poder sobre quienes toman
decisiones. Así la comunidad como propuesta plantea un acercamiento más
profundo a la noción real de democracia, lo instrumentaliza a través de la
participación directa y en algunos casos protagónica de los ciudadanos. Ya no
son meros “votantes” pues no aceptan ser una expresión numérica que agota su
poder e influencia en una elección o decisión determinada.
En términos de Luis Villoro en El
Poder y el valor: la comunidad
la relación entre la comunidad y el poder se expresa de la siguiente manera:
La
comunidad sería el antídoto del poder particular. Si poder es la capacidad de
imponer la propia voluntad sobre los demás, la noción de comunidad implica que
ninguna voluntad particular se imponga sobre la del todo, luego, si se realiza
cabalmente nadie puede imponer su voluntad sobre los demás.
Esto nos hace
suponer que, la forma tradicional de concebir el poder (expositivo, en términos
de Villoro) ya no es suficiente para identificar la red compleja de relaciones
que se dan entre los individuos en la comunidad.
Comunidades de conocimiento, ciudadanía y valores:
Hoy, parece
que ha quedado lejos la imagen del ciudadano como aquel individuo que solamente
cumple con lo estrictamente establecido en las leyes, que participa en los
espacios necesarios y bajo los mecanismos diseñados para tales fines. Esa
visión estática y casi sin ningún tipo de movilidad definitivamente no es la
que caracteriza a las sociedades contemporáneas y a las comunidades de
ciudadanos en la denominada era digital.
La
globalización, la tecnología, las redes y demás procesos de integración han
hecho del mundo un lugar si no cada vez más pequeño por lo menos evidentemente más
cercano. Las fronteras cada día más son asumidas como lo que realmente son:
líneas trazadas por el hombre o diseñadas en contornos naturales para delimitar
políticamente un territorio pero en las que las relaciones entre quienes
habitan distintas comunidades en ocasiones trascienden estas barreras, al punto
que cada día la asociación sea más por intereses, gustos, objetivos y
reivindicaciones que por el lugar de nacimiento.
Bajo tales
consideraciones, el concepto de ciudadanía no es inmutable y sufre
evidentemente transformaciones al punto de replantearse en términos no
tradicionales. En palabras del Dr. Eladio Hernández en su texto Democracia de
Ciudadanos hacia las Comunidades de Conocimiento: “…la ciudadanía ha dejado de
ser una simple observadora de los acontecimientos, para convertirse en cada vez
más proactiva y determinante.” Es decir, la comunidad replantea el concepto de
ciudadanía como atribución de los sujetos que se asumen parte de algo mucho
mayor, que promueven y concretan por si mismos los cambios requeridos, no son
una instancia de legitimidad sino que su misma acción se hace creadora y
transformadora de lo que necesita; es decir, produce sus propios insumos y se
retroalimenta constantemente.
Este proceso
de retroalimentación se hace evidente en las comunidades de conocimiento, que
no son otra cosa que aquellas formadas por individuos que partiendo de
compartir intereses y experiencias comunes generan una estructura con valores propios
que dan sentido a todas las actividades que realizan. Estas comunidades dejaron
de ser tan elaboradas con la masificación de las redes sociales y hoy, existe
en todo el mundo la posibilidad de conectarse permanente sin la necesidad de
estar congregado en un sitio físico determinado. Al respecto el profesor
Hernández nos plantea una referencia importante que nos podría ayudar a
entender como este nuevo concepto de ciudadanía, entendido a partir de las
nuevas redes y formas de comunicación toma fuerza entre los valores de los
ciudadanos, y fundamentalmente con el concepto de democracia. Este concepto se
piensa como democracia continua (del
Profesor Stefano Rodotá), pues las nuevas tecnologías de comunicación e
información amplían las ágoras y ensanchan las asambleas, redimensionan los
congresos e inciden cada vez más en los mítines; es decir la tendencia al
protagonismo parece estar en crecimiento continuo. No se habla entonces de la
desaparición de la democracia sino de su transformación a partir de sus
protagonistas con el uso de las comunidades de conocimientos o redes sociales.
Lo anterior es
prácticamente una consecuencia lógica de los nuevos procesos, no me refiero
solo a los tecnológicos sino a la misma dinámica que desde finales de los ochenta
empuja constantemente a las sociedades: más participación directa en los
asuntos que le son comunes. Básicamente buscando cambios, pero bajo la certeza
que deben ser promovidos por sí mismos y no por terceros. Así, la constante
presencia de individuos en redes plantea que aún existe la necesidad de mayores
y más eficientes mecanismos de participación directa, exigencia de
procedimientos más sencillos, menos burocráticos y con beneficios claros y a
menos costos para todos.
Estos son
quizá los retos más grandes a los que se enfrentan las nuevas comunidades de
conocimiento, donde si bien es cierto, las redes sociales han abierto grandes
oportunidades su mera existencia no lo resuelve todo. Si estos mecanismos no
pueden usarse en función del beneficio colectivo de los individuos entonces
están destinados hacer fuentes de quejas constante de unos individuos cada vez
más apáticos que ven en las redes mecanismos de liberación de estrés e
instrumentos para hacer catarsis ante los problemas del entorno.
Respecto a los
valores, es necesario iniciar diciendo que pocos autores son capaces de tratar
un tema que durante tiempo ha ocasionado muchísimo debate en el pensamiento
político contemporáneo: los valores, y entre estos pocos tenemos a Luis
Villoro. El autor es muy claro al decir que su interés son los valores que
conciernen a la vida en sociedad sometida a un sistema de poder. Es decir, le
interesan aquellos valores mediante los cuales los individuos crean una amplia
red de relaciones que le permiten sentirse parte o no de una determinada
comunidad en la que existe un poder que se expresa de manera impositiva pero
que debería avanzar; a criterio de Villoro, a una comunidad más asociada al
poder expositivo. En esencia, la expresión de poder pareciera que en un sentido
responde a una realidad y en otro más a una aspiración.
A partir de
esto, podríamos argumentar (siguiendo a Villoro) que las sociedades han
construido históricamente sus instituciones en función de dos niveles del
discurso: uno justificativo y otro explicativo. El justificativo, está referido
a lo que se desea, al deber ser y a lo que no necesariamente se tiene. En tal
condición se encuentran muchas asociaciones de individuos que ven en la
comunidad la mejor forma de organización de los asuntos públicos pero que
parecieran funcionar aún bajo sus esquemas tradicionales. En esta condición los
individuos construyen relaciones con miras a articular una forma distinta de
organización que les permita conciliar su aspiración con su realidad. Este
trabajo sin duda alguna es complejo y no
depende de un solo ente o una voluntad.
Trabajar con base a los valores requiere
evidentemente de formas y mecanismos de aproximación que no solo se limitan al
conocimiento científico del poder, aunque quizá sea la opción que más luces da al
respecto. Requiere una aproximación holística, que tome en consideración las
voluntades, las necesidades y las demandas de cada uno de los individuos que le
dan forma a una comunidad determinada. Para Edgard Morín (en Introducción al Pensamiento
Complejo de Edgard Morín pág. 32), la complejidad se
trata de: “…el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones,
determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico”. Y es
precisamente en este mundo fenoménico complejo donde coexisten los valores que
configuran nuestras sociedades. Querer aproximarse a ellos, conocerlos y estudiarlos
requiere articular saberes diversos que permitan entender el comportamiento y
forma de relacionarse de los individuos, por lo menos en ciencia política esto
cada día parece ser más de utilidad para replantear el existencial problema de
la convivencia en medio de la diversidad que para el diseño de campañas políticas
y estrategias electorales.
Como asunto
final nos hemos propuesto acercarnos a uno de los temas desarrollados en la
brevedad de este ensayo. En esta oportunidad nos referimos a la idea de poder
en la comunidad y su oposición o acercamiento a la noción de poder popular. La
intención no es decir si uno es mejor o peor, demostrar la superioridad en
planteamiento de alguna de las ideas sino de hacerlas evidentes respecto a sus
semejanzas y diferencias con relación a lo que cada una plantea.
Según la Ley
Orgánica del Poder Popular (2010) se entiende el poder popular como “el
ejercicio pleno de la soberanía por parte del pueblo…en todo ámbito de
desenvolvimiento y desarrollo de la sociedad a través de sus diversas y
disimiles formas de organización que edifican el estado comunal”. Es decir, que
el poder se entiende como una propiedad atribuida al pueblo para el logro de
distintas metas comunes en función de la construcción de un orden social
denominado estado comunal. De entrada
resulta un poco extraño entender al poder como una atribución particular de un
individuo o un conjunto de ellos, al menos después de las referencias hechas
con anterioridad a Deleuze sobre la concepción del poder en Foucault.
El poder en la
comunidad busca al contrario resaltar las necesidades humanas más allá de los
derechos. En la comunidad el poder se
manifiesta a través de la interacción del individuo que es activo en ella
(ciudadano) y sus semejantes. El poder se ejerce desde la base y pretende
promover cambios en función únicamente de los intereses comunes aunque no se
tenga un estado comunal que se
pretenda construir o un objetivo histórico nacional que alcanzar. La comunidad
para Villoro cada día se convierte en el receptáculo de un poder disgregado del
Estado y sus instituciones y por lo tanto no responde o espera todo del Estado,
pues entiende que hay necesidades que el mismo ente no podrá siempre
satisfacer.
Si existe un
punto de coincidencia es el relativo a la forma de participación cada vez más
activa en la construcción de los valores propios de la ciudadanía (aunque sea
desde enfoques distintos). Es el ciudadano en la noción de poder popular quien
es activo en el proceso de toma de decisiones; al punto de que a través de la
organización y participación que logra
sus objetivos. En el caso del poder en la comunidad la participación es la
regla y no la excepción, el sujeto deja la pasividad y se involucra de manera
más activa no sólo en el disfrute sino en el fomento de intereses y
reivindicaciones comunes. En términos del profesor Hernández, es una ciudadanía
más pro-activa.
Respecto al
control gubernamental el poder popular a través de la democracia real, directa,
efectiva y participativa se convierte en el aplicador y gestor principal de las
políticas públicas destinadas a la generación de más y mejores beneficios para
los individuos. Sin embargo, esta noción de poder pareciera no salir aún de la
esfera tutelar del Estado, ente que define la participación popular
necesariamente a partir de sí mismo (por eso la existencia de Leyes como la del
Poder Popular o Ministerios como el de las comunas). Mutila en parte la
iniciativa ciudadana porque el mismo organismo diseña los mecanismos de
participación para logarlo.
Desde el poder
en la comunidad, la ciudadanía es en sí misma la representante de sus intereses
a través de mecanismos de organización que no necesariamente están delineados
por el Estado en leyes o instituciones. No con esto se quiere dar a entender
que el poder en la comunidad parte de una organización anárquica o contraria a
las instituciones sino que, por ser una expresión innata de organización
consciente de su potencia para el cambio, se atraviesa aún el entramado
institucional y va más allá de ellas. De hecho, permite que nuevas
instituciones surjan como formas de acoplarse a esta nueva realidad y no solo
se acopla a las existentes.
Por último,
vale la pena hacer referencia al marco ideológico que es un tema que
irremediablemente nos acerca nuevamente a los valores. Se tiene que el poder
popular se basa en una concepción propia del comunismo (sea en su mayor esencia
o su más contraria interpretación) pues la propuesta plantea la construcción
del socialismo mediante un modelo de democracia participativa y protagónica
(esto último lo acercaría a una concepción más neo marxista que cualquier otra
corriente). Al verlo así, se privilegian unos valores sobre otros en una misma
comunidad y por lo tanto es un sistema que excluye por definición.
El poder en la
comunidad tiene la particularidad de que en su seno cada individuo se considera
a sí mismo como un elemento de la totalidad y por lo tanto al buscar su propio
beneficio busca el de todos. Esto no quiere decir que se exacerba el
individualismo sino que lo colectivo está dado en la noción misma de comunidad
y en el compartir de ciertos valores fundamentales con el claro entendimiento
de que el bien común no debe significar sacrificios más allá de los aceptables.
Este beneficio común es imposible pensarlo desde la holgazanería y desde las
redes clientelares en torno al poder de alguien porque el poder es una
expresión de la participación en un todo que no excluye la diversidad la
complejidad y la diferencia.
En términos
finales podría decirse que la comunidad como realidad parece estar dando sus
primeros pasos en muchos lugares pero que para su concreción es necesario la
institucionalización (esto es internalizar y hacer propio) los valores
tendientes a la profundización de la participación y la democracia. Es un reto
que hoy tienen las sociedades modernas que entienden que en la nueva realidad
en la que se encuentran inmersos los individuos; los conceptos traicionales de
poder, participación y democracia no son los mismos que los que han guiado la
reflexión política hasta hace algunos años. Además, es fundamental entender que
como forma compleja el abordaje debe ser multidisciplinario y nunca desde una
sola área de conocimiento, sería algo como intentar tejer un suéter de colores
con hilo blanco (nunca se obtendría el resultado esperado).
Se pretendía a
través de este ensayo hacer un acercamiento a conceptos tradicionales
replanteados desde la óptica de la comunidad. Entendiendo que son cambios
importantes los hasta ahora mencionados por su nivel de impacto dentro del
sistema político y que son más cercanos a los individuos gracias a las redes
comunitarias que hoy parecen conectar a las personas desde sus intereses y
aspiraciones.
Finalizamos,
recordando que el mundo de hoy avanza irremediablemente a una situación cada
vez más compleja y su comprensión requiere que los analistas y politólogos
partan desde la interdisciplinaridad y desde la comprensión de los conceptos
más allá de lo que dicen los libros tradicionales. Se requiere un compromiso
mayor con el conocimiento de las nuevas tecnologías, los valores en desarrollo
y el ritmo de avance o retroceso de las democracias (especialmente en el
contexto latinoamericano) hacia el desarrollo político, entendiendo este
proceso de cambio político como aquel en el que los procesos de
institucionalización de valores como participación y democracia son cada vez
más, la regla y no la excepción.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Ediciones Paidos.
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de Publicaciones FCJP – UCV
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Villoro,
L. (1997) El poder y el valor: fundamentos de una ética política. México DF:
Fondo de Cultura Económica. [Documento en PDF].