sábado, 16 de abril de 2016

LA COMUNIDAD: HACIA EL REPLANTEAMIENTO DE LOS CONCEPTOS DE DEMOCRACIA, PODER Y PARTICIPACIÓN.

La comunidad, en un sentido estrictamente sencillo y común denota un conjunto de individuos que comparten ciertos intereses, luchas y reivindicaciones y que guían sus esfuerzos hacia la satisfacción de determinadas necesidades. Esta concepción, aunque simple, revela una importante carga valorativa y un significado plenamente político. Dice mucho en poco y nos adentra al tema que en corto ensayo iremos desarrollando a continuación.

Pero antes, es necesario hacer referencia al fundamento y la base de esta discusión, la política. Sea entendida como ciencia, hecho, realidad o como desee observarse, se trata de lo que nos es común. De lo que nos pone en común a los individuos que somos parte de la sociedad y por lo tanto es importante para todos. Aristóteles, en el libro I de la Política atribuía al hombre algo propiamente político en su esencia; “Zóon Polikon” es decir; el hombre como un animal político que tiene por lo tanto la posibilidad de relacionarse con otros individuos y organizar su vida. Para el autor, la política se entendía como  algo que en esencia era un atributo natural del hombre.

Sin embargo, Hannah Arendt nos plantea una aproximación distinta en ¿Qué es la política? Para Arendt no existe en la esencia del hombre algo que sea plenamente político, sino que la "política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos..." Es decir, es el estar entre, que nace de la posibilidad de pensar en la política. La pluralidad como regla fundamental de convivencia, y por lo tanto, nota esencial de la política.

La aproximación de Arendt es la que se vincula al concepto de comunidad, si se quiere que éste se entienda en términos de la Ciencia Política contemporánea, es decir; la comunidad como el espacio donde se resaltan las necesidades humanas comunes, donde el poder se manifiesta a través de la interacción de los individuos. Todo esto se ha dicho con la finalidad de no perder el enfoque, teniendo en consideración que aun a pesar de la importancia y trascendencia de la política es imposible estudiar un fenómeno desde una sola arista, desde una sola perspectiva o un único paradigma. Recordando ademas, que todo fenómeno que involucre a individuos y sus elecciones será evidentemente complejo y por lo tanto requiere un esfuerzo de distintas disciplinas para aproximarse a las posibles soluciones.
Ahora bien, el planteamiento central es tan sencillo como amplio, y como asunto político no se agota en una discusión de diez o cien páginas, sólo se introduce y sobre la base de la discusión y los aportes toma forma y se replantea; dado a su imposibilidad de ser estático. Lo que se pretende señalar como base es lo siguiente: la comunidad como un concepto fundamentalmente político y con una importante carga axiológica que replantea en nuestra sociedad actual los conceptos de democracia, participación y por supuesto poder. El abordaje del tema será de la siguiente manera:

En primer lugar, se discutirá el concepto de comunidad, su caracterización y su reto como elemento innovador en las democracias modernas. Para ello será necesario hacer referencia a las nuevas formas de entender el poder que se divorcian de las tradicionales y da mayor protagonismo a los individuos en la construcción de la participación y la democracia.
En segundo lugar, la importancia de las comunidades de conocimiento en la construcción de nuevas formas de ejercer el poder desde la ciudadanía: el transito del sujeto pasivo al ciudadano activo que revitaliza la concepción de la democracia en la época contemporánea. En este particular, evaluaremos el papel de las redes sociales como mecanismos de participación que generan cambios en las estructuras de poder.
En tercer lugar,  los valores y su influencia en la forma de hacer política. Los valores sociales y su diferenciación con los valores de la comunidad. Las nuevas formas de entender la relación de los individuos bajo el concepto de comunidad y la idea de poder que se presenta detrás de ello.  Por ultimo, intentando hacer del planteamiento una realidad cercana se intentará abordar la diferencia entre la noción de poder popular como idea fundamental del proceso revolucionario venezolano y la idea de poder en la comunidad como realidad a la que cada día avanzan los sistemas democráticos de mayor estabilidad.
De todo lo anterior se espera que se tenga una aproximación a las consecuencias, los cambios y las nuevas realidades que nos plantea la comunidad como una forma de entender los problemas políticos tomando en consideración un conjunto de valores que profundizan la democracia y reorientan la noción del poder. Esto, con la conciencia de la importancia que el poder en la comunidad (como idea rectora) tiene para entender los cambios en los regímenes democráticos de América Latina, y como ya se verá en breve, el caso particular de Venezuela.
La Comunidad: caracterización, retos y noción del poder
            Para Luis Villoro (ver El Poder y el Valor: La Comunidad), la comunidad está constituida como un espacio donde los individuos que la componen se consideran a sí mismos un elemento de la totalidad y por lo tanto no solo buscan su propio bien, sino que en ese trayecto se busca el bienestar del otro.  Así, los valores no son exclusivos de los sujetos como entes individuales sino que han sido internalizados por quienes se asumen parte de la comunidad.
Es una realidad, aunque por sus pretensiones parezca más un ideal, hacia lo que toda sociedad ordenada aspira. Esta asociación e internalización de valores no quiere decir que sean comunidades comunitaristas, tampoco tan colectivistas como las mencionadas en los evangelios “tenían todas las cosas en común” (Libro de Hechos de los Apóstoles) sino comunidades donde se ha diferenciado claramente entre lo púbico y lo privado, donde la construcción de lo que es común se concibe como un beneficio particular y por lo tanto es una actividad que por sí misma tiene incentivos.
Es el espacio donde confluyen en última instancia el “poder disgregado” del Estado y de sus instituciones y por lo tanto se convierte en un espacio no solo de discusión de lo político, sino que se plantean muchas de las grandes dificultades de la política convencional (las reacciones entre os individuos y as instituciones, entendidas como puentes entre a política y la ciudadanía). Respecto a la ciudadanía, en la comunidad han dejado de ser simple observadora para convertirse en cada vez más activa y fundamenta en los procesos de cambio político.
Sobre la caracterización de la comunidad, hay un aspecto relevante que destaca Villoro siempre que tiene oportunidad de hacerlo, esto es: “en la comunidad, nadie se plantea, por lo tanto, la posibilidad de sacar beneficio de un bien común sin haber contribuido a él”. Con esto quiere decir que en la comunidad los beneficios se construyen colectivamente, por lo tanto es difícil que la figura del “aprovechado” o quizá “el vivo” permanezca dentro de una sociedad que apunte hacia a comunidad. Otro caracterización  está asociada a la concordancia entre lo que desea como sujeto y lo deseable para la colectividad, esto no es un problema. Aunque esto no quiere decir que el individuo sacrifique lo que le es particular, lo relativo a la vida privada como sujeto.
Una vez conocidos estos aspectos acerca de la definición y caracterización de la comunidad, es necesario plantearse como opera el poder en y desde las comunidades. Para esto, utilizaremos como base las ideas desarrolladas por Gilles Deleuze respecto al poder en Foucault. Para Deleuze, es precisamente Foucault el primero en inventar una nueva concepción del poder que es diferente a las anteriores y que bajo nuestra óptica, asocia el poder más hacia las comunidades, las bases y no solo a las instituciones o los “detentadores tradicionales”. Esto lo plantea a través de distintos postulados, entre los que tenemos:
En primer lugar que según Foucault, el poder no es una propiedad, el poder más que una posesión es un ejercicio y por lo tanto no es de quien dice poseerlo sino de quien efectivamente lo ejerce. Por esta razón, hoy cada vez más parece que el poder se manifiesta en las comunidades y grupos de reivindicaciones, hay una tendencia entonces a concebir a los funcionarios como servidores púbicos más que detentadores natos de poder. El segundo postulado es clave en el argumento que planteamos desde el inicio (el concepto de comunidad y el replanteamiento que hace al concepto de poder) puesto que para Foucault, el poder no es entendido única y exclusivamente como poder de Estado, no es el ente de origen y fin del poder. El poder es complejo, más amplio y sale de la esfera estatal. Lo que se corresponde con la nueva concepción de ciudadanía, quien asume el poder para transformar su entorno más allá de su participación en las elecciones periódicas o referéndums. Aun más allá de los mecanismos tradicionales de participación que puede delinear o no una institución.
El tercer y último postulado que mencionaremos, el de la esencia es importante para entender que el significado del poder ha cambiado y ya no se entiende de la manera tradicional. El poder carece en sí mismo de esencia para Foucault, es operatorio y por lo tanto se define como una relación: entre quienes pretenden dominar y quienes son dominados. Esta relación no necesariamente debe ser lineal, ni de arriba hacia abajo. Sino que hoy en día se evidencia más la tendencia de que desde la base también puede ejercerse poder sobre quienes toman decisiones. Así la comunidad como propuesta plantea un acercamiento más profundo a la noción real de democracia, lo instrumentaliza a través de la participación directa y en algunos casos protagónica de los ciudadanos. Ya no son meros “votantes” pues no aceptan ser una expresión numérica que agota su poder e influencia en una elección o decisión determinada.
En términos de Luis Villoro en El Poder y el valor: la comunidad la relación entre la comunidad y el poder se expresa de la siguiente manera:
La comunidad sería el antídoto del poder particular. Si poder es la capacidad de imponer la propia voluntad sobre los demás, la noción de comunidad implica que ninguna voluntad particular se imponga sobre la del todo, luego, si se realiza cabalmente nadie puede imponer su voluntad sobre los demás.
Esto nos hace suponer que, la forma tradicional de concebir el poder (expositivo, en términos de Villoro) ya no es suficiente para identificar la red compleja de relaciones que se dan entre los individuos en la comunidad.

Comunidades de conocimiento, ciudadanía y valores:
Hoy, parece que ha quedado lejos la imagen del ciudadano como aquel individuo que solamente cumple con lo estrictamente establecido en las leyes, que participa en los espacios necesarios y bajo los mecanismos diseñados para tales fines. Esa visión estática y casi sin ningún tipo de movilidad definitivamente no es la que caracteriza a las sociedades contemporáneas y a las comunidades de ciudadanos en la denominada era digital.
La globalización, la tecnología, las redes y demás procesos de integración han hecho del mundo un lugar si no cada vez más pequeño por lo menos evidentemente más cercano. Las fronteras cada día más son asumidas como lo que realmente son: líneas trazadas por el hombre o diseñadas en contornos naturales para delimitar políticamente un territorio pero en las que las relaciones entre quienes habitan distintas comunidades en ocasiones trascienden estas barreras, al punto que cada día la asociación sea más por intereses, gustos, objetivos y reivindicaciones que por el lugar de nacimiento.
Bajo tales consideraciones, el concepto de ciudadanía no es inmutable y sufre evidentemente transformaciones al punto de replantearse en términos no tradicionales. En palabras del Dr. Eladio Hernández en su texto Democracia de Ciudadanos hacia las Comunidades de Conocimiento: “…la ciudadanía ha dejado de ser una simple observadora de los acontecimientos, para convertirse en cada vez más proactiva y determinante.” Es decir, la comunidad replantea el concepto de ciudadanía como atribución de los sujetos que se asumen parte de algo mucho mayor, que promueven y concretan por si mismos los cambios requeridos, no son una instancia de legitimidad sino que su misma acción se hace creadora y transformadora de lo que necesita; es decir, produce sus propios insumos y se retroalimenta constantemente.
Este proceso de retroalimentación se hace evidente en las comunidades de conocimiento, que no son otra cosa que aquellas formadas por individuos que partiendo de compartir intereses y experiencias comunes generan una estructura con valores propios que dan sentido a todas las actividades que realizan. Estas comunidades dejaron de ser tan elaboradas con la masificación de las redes sociales y hoy, existe en todo el mundo la posibilidad de conectarse permanente sin la necesidad de estar congregado en un sitio físico determinado. Al respecto el profesor Hernández nos plantea una referencia importante que nos podría ayudar a entender como este nuevo concepto de ciudadanía, entendido a partir de las nuevas redes y formas de comunicación toma fuerza entre los valores de los ciudadanos, y fundamentalmente con el concepto de democracia. Este concepto se piensa como democracia continua (del Profesor Stefano Rodotá), pues las nuevas tecnologías de comunicación e información amplían las ágoras y ensanchan las asambleas, redimensionan los congresos e inciden cada vez más en los mítines; es decir la tendencia al protagonismo parece estar en crecimiento continuo. No se habla entonces de la desaparición de la democracia sino de su transformación a partir de sus protagonistas con el uso de las comunidades de conocimientos o redes sociales.
Lo anterior es prácticamente una consecuencia lógica de los nuevos procesos, no me refiero solo a los tecnológicos sino a la misma dinámica que desde finales de los ochenta empuja constantemente a las sociedades: más participación directa en los asuntos que le son comunes. Básicamente buscando cambios, pero bajo la certeza que deben ser promovidos por sí mismos y no por terceros. Así, la constante presencia de individuos en redes plantea que aún existe la necesidad de mayores y más eficientes mecanismos de participación directa, exigencia de procedimientos más sencillos, menos burocráticos y con beneficios claros y a menos costos para todos.
Estos son quizá los retos más grandes a los que se enfrentan las nuevas comunidades de conocimiento, donde si bien es cierto, las redes sociales han abierto grandes oportunidades su mera existencia no lo resuelve todo. Si estos mecanismos no pueden usarse en función del beneficio colectivo de los individuos entonces están destinados hacer fuentes de quejas constante de unos individuos cada vez más apáticos que ven en las redes mecanismos de liberación de estrés e instrumentos para hacer catarsis ante los problemas del entorno.
Respecto a los valores, es necesario iniciar diciendo que pocos autores son capaces de tratar un tema que durante tiempo ha ocasionado muchísimo debate en el pensamiento político contemporáneo: los valores, y entre estos pocos tenemos a Luis Villoro. El autor es muy claro al decir que su interés son los valores que conciernen a la vida en sociedad sometida a un sistema de poder. Es decir, le interesan aquellos valores mediante los cuales los individuos crean una amplia red de relaciones que le permiten sentirse parte o no de una determinada comunidad en la que existe un poder que se expresa de manera impositiva pero que debería avanzar; a criterio de Villoro, a una comunidad más asociada al poder expositivo. En esencia, la expresión de poder pareciera que en un sentido responde a una realidad y en otro más a una aspiración.
A partir de esto, podríamos argumentar (siguiendo a Villoro) que las sociedades han construido históricamente sus instituciones en función de dos niveles del discurso: uno justificativo y otro explicativo. El justificativo, está referido a lo que se desea, al deber ser y a lo que no necesariamente se tiene. En tal condición se encuentran muchas asociaciones de individuos que ven en la comunidad la mejor forma de organización de los asuntos públicos pero que parecieran funcionar aún bajo sus esquemas tradicionales. En esta condición los individuos construyen relaciones con miras a articular una forma distinta de organización que les permita conciliar su aspiración con su realidad. Este trabajo  sin duda alguna es complejo y no depende de un solo ente o una voluntad.
 Trabajar con base a los valores requiere evidentemente de formas y mecanismos de aproximación que no solo se limitan al conocimiento científico del poder,  aunque quizá sea la opción que más luces da al respecto. Requiere una aproximación holística, que tome en consideración las voluntades, las necesidades y las demandas de cada uno de los individuos que le dan forma a una comunidad determinada. Para Edgard Morín (en Introducción al Pensamiento Complejo de Edgard Morín pág. 32), la complejidad se trata de: “…el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico”. Y es precisamente en este mundo fenoménico complejo donde coexisten los valores que configuran nuestras sociedades. Querer aproximarse a ellos, conocerlos y estudiarlos requiere articular saberes diversos que permitan entender el comportamiento y forma de relacionarse de los individuos, por lo menos en ciencia política esto cada día parece ser más de utilidad para replantear el existencial problema de la convivencia en medio de la diversidad que para el diseño de campañas políticas y estrategias electorales.
Como asunto final nos hemos propuesto acercarnos a uno de los temas desarrollados en la brevedad de este ensayo. En esta oportunidad nos referimos a la idea de poder en la comunidad y su oposición o acercamiento a la noción de poder popular. La intención no es decir si uno es mejor o peor, demostrar la superioridad en planteamiento de alguna de las ideas sino de hacerlas evidentes respecto a sus semejanzas y diferencias con relación a lo que cada una plantea.
Según la Ley Orgánica del Poder Popular (2010) se entiende el poder popular como “el ejercicio pleno de la soberanía por parte del pueblo…en todo ámbito de desenvolvimiento y desarrollo de la sociedad a través de sus diversas y disimiles formas de organización que edifican el estado comunal”. Es decir, que el poder se entiende como una propiedad atribuida al pueblo para el logro de distintas metas comunes en función de la construcción de un orden social denominado estado comunal. De entrada resulta un poco extraño entender al poder como una atribución particular de un individuo o un conjunto de ellos, al menos después de las referencias hechas con anterioridad a Deleuze sobre la concepción del poder en Foucault.
El poder en la comunidad busca al contrario resaltar las necesidades humanas más allá de los derechos.  En la comunidad el poder se manifiesta a través de la interacción del individuo que es activo en ella (ciudadano) y sus semejantes. El poder se ejerce desde la base y pretende promover cambios en función únicamente de los intereses comunes aunque no se tenga un estado comunal que se pretenda construir o un objetivo histórico nacional que alcanzar. La comunidad para Villoro cada día se convierte en el receptáculo de un poder disgregado del Estado y sus instituciones y por lo tanto no responde o espera todo del Estado, pues entiende que hay necesidades que el mismo ente no podrá siempre satisfacer.
Si existe un punto de coincidencia es el relativo a la forma de participación cada vez más activa en la construcción de los valores propios de la ciudadanía (aunque sea desde enfoques distintos). Es el ciudadano en la noción de poder popular quien es activo en el proceso de toma de decisiones; al punto de que a través de la organización y participación  que logra sus objetivos. En el caso del poder en la comunidad la participación es la regla y no la excepción, el sujeto deja la pasividad y se involucra de manera más activa no sólo en el disfrute sino en el fomento de intereses y reivindicaciones comunes. En términos del profesor Hernández, es una ciudadanía más pro-activa.
Respecto al control gubernamental el poder popular a través de la democracia real, directa, efectiva y participativa se convierte en el aplicador y gestor principal de las políticas públicas destinadas a la generación de más y mejores beneficios para los individuos. Sin embargo, esta noción de poder pareciera no salir aún de la esfera tutelar del Estado, ente que define la participación popular necesariamente a partir de sí mismo (por eso la existencia de Leyes como la del Poder Popular o Ministerios como el de las comunas). Mutila en parte la iniciativa ciudadana porque el mismo organismo diseña los mecanismos de participación para logarlo.
Desde el poder en la comunidad, la ciudadanía es en sí misma la representante de sus intereses a través de mecanismos de organización que no necesariamente están delineados por el Estado en leyes o instituciones. No con esto se quiere dar a entender que el poder en la comunidad parte de una organización anárquica o contraria a las instituciones sino que, por ser una expresión innata de organización consciente de su potencia para el cambio, se atraviesa aún el entramado institucional y va más allá de ellas. De hecho, permite que nuevas instituciones surjan como formas de acoplarse a esta nueva realidad y no solo se acopla a las existentes.
Por último, vale la pena hacer referencia al marco ideológico que es un tema que irremediablemente nos acerca nuevamente a los valores. Se tiene que el poder popular se basa en una concepción propia del comunismo (sea en su mayor esencia o su más contraria interpretación) pues la propuesta plantea la construcción del socialismo mediante un modelo de democracia participativa y protagónica (esto último lo acercaría a una concepción más neo marxista que cualquier otra corriente). Al verlo así, se privilegian unos valores sobre otros en una misma comunidad y por lo tanto es un sistema que excluye por definición.
El poder en la comunidad tiene la particularidad de que en su seno cada individuo se considera a sí mismo como un elemento de la totalidad y por lo tanto al buscar su propio beneficio busca el de todos. Esto no quiere decir que se exacerba el individualismo sino que lo colectivo está dado en la noción misma de comunidad y en el compartir de ciertos valores fundamentales con el claro entendimiento de que el bien común no debe significar sacrificios más allá de los aceptables. Este beneficio común es imposible pensarlo desde la holgazanería y desde las redes clientelares en torno al poder de alguien porque el poder es una expresión de la participación en un todo que no excluye la diversidad la complejidad y la diferencia.
En términos finales podría decirse que la comunidad como realidad parece estar dando sus primeros pasos en muchos lugares pero que para su concreción es necesario la institucionalización (esto es internalizar y hacer propio) los valores tendientes a la profundización de la participación y la democracia. Es un reto que hoy tienen las sociedades modernas que entienden que en la nueva realidad en la que se encuentran inmersos los individuos; los conceptos traicionales de poder, participación y democracia no son los mismos que los que han guiado la reflexión política hasta hace algunos años. Además, es fundamental entender que como forma compleja el abordaje debe ser multidisciplinario y nunca desde una sola área de conocimiento, sería algo como intentar tejer un suéter de colores con hilo blanco (nunca se obtendría el resultado esperado).
Se pretendía a través de este ensayo hacer un acercamiento a conceptos tradicionales replanteados desde la óptica de la comunidad. Entendiendo que son cambios importantes los hasta ahora mencionados por su nivel de impacto dentro del sistema político y que son más cercanos a los individuos gracias a las redes comunitarias que hoy parecen conectar a las personas desde sus intereses y aspiraciones.
Finalizamos, recordando que el mundo de hoy avanza irremediablemente a una situación cada vez más compleja y su comprensión requiere que los analistas y politólogos partan desde la interdisciplinaridad y desde la comprensión de los conceptos más allá de lo que dicen los libros tradicionales. Se requiere un compromiso mayor con el conocimiento de las nuevas tecnologías, los valores en desarrollo y el ritmo de avance o retroceso de las democracias (especialmente en el contexto latinoamericano) hacia el desarrollo político, entendiendo este proceso de cambio político como aquel en el que los procesos de institucionalización de valores como participación y democracia son cada vez más, la regla y no la excepción.






REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Arendt, H. (1997) ¿Que es la política? Barcelona: Ediciones Paidos. [Documento en PDF]. Disponible en: file:///C:/Users/Genesis/Downloads/que_eslapolitica_arendt.pdf  [16 julio, 2015].
Deleuze, G. (1987) Foucault. Barcelona: Ediciones Paidos.
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Ley Orgánica del Poder Popular (2010, diciembre 09) [en línea]. Caracas: Palacio Federal Legislativo sede de la Asamblea Nacional. Disponible en: http://www.mpcomunas.gob.ve/wp-content/themes/comunas/documentos/ley_organica_del_poder_popular.pdf  [16 julio, 2015].
Morin E. (1990) Introducción al Pensamiento Complejo. Barcelona: Editorial Gedisa. [Documento en PDF].
Villoro, L. (1997) El Poder y el Valor: La Comunidad. Reproducción del capítulo 16 del texto con permiso del autor. México. [Documento en PDF]. Disponible en: http://www.sjsocial.org/crt/elpoder.html [16 julio, 2015].
Villoro, L. (1997)  El poder y el valor: fundamentos de una ética política. México DF: Fondo de Cultura Económica. [Documento en PDF].