lunes, 5 de septiembre de 2011

POLITICA Y DIOS



Aristóteles decía que el hombre era un animal político; ya que tenía palabra y el poder de diferenciar entre lo bueno y lo malo. Un ser que existía para vivir  junto con otros hombres en la Polis, puesto que, por sí mismo no podía alcanzar la  plenitud. Debido a esto, el hombre desde sus inicios buscó la forma de organizarse, no sólo como una mera necesidad de subsistencia en el entorno hostil en el que se encontraba, sino para la realización propia de sí mismo, esto como bien decía Aristóteles sólo podría lograrse en la comunidad Política.


La idea de necesitar un líder o un guía provenía de la creencia en un Ser Superior, omnipotente y creador de todas las cosas, que de acuerdo a la tradición y al contexto histórico en que se encontrara un determinado grupo de personas o civilización podría verle manifestarse en la naturaleza, en los astros y en algunos casos, hasta en los hombres mismos; como los egipcios, para los cuales su monarca representaba la manifestación corpórea de Horus (el dios principal de su mitología e iniciador de su civilización).

Hasta ahora sabemos porque la creencia en Dios esta tan arraigada al hombre, ya que la concepción de un ente superior es parte de su existencia misma y que independientemente de la época en que este se desarrolle siempre esta la creencia en un ente supremo que guía las vidas, que es omnipresente, omnisciente y omnipotente. Ahora bien, ya conocido lo anterior es necesario dar respuesta a una de las principales interrogantes que surge  a partir de lo anteriormente expuesto y esto es: ¿Qué es Dios?

La concepción de Descartes (citado de Diego Morillo-Velarde, 2001) con respecto a Dios era la siguiente:

Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas. Ahora bien: tan grandes y eminentes son estas ventajas, que cuando más atentamente las considero menos me convenzo de que la idea de ellas tengo pueda tomar su origen en mí…
Descartes reconocía la existencia de Dios como un ser con características particulares superiores a las de los hombres. Creador  y sustento de todas las cosas, un ser extremadamente perfecto

 Por su parte, San Agustín intentó demostrar la existencia de Dios basado en tres ideas centrales. En primer lugar suponía que el orden de las cosas que nos rodeaban tenía que tener un sustento en alguien. En segundo lugar establecía que si durante toda la historia el pilar de las civilizaciones y culturas era creer en dioses, no podría pensarse que todos estuvieran equivocados. Por ultimo, hace relación con los axiomas y sustentos del conocimiento intelectual con las características de Dios para así probar que ambas vienen de un ser tan o más exacto que ellas. No concibe que los mismos seres humanos fueran capaces de crear las verdades que sustentaban  la sociedad.

Hasta ahora podría decirse que Dios representa en cierta forma una idea de extrema perfección, vinculada íntimamente con la noción de poder, obediencia y sujeción por lo que representa. Pilar fundamental de culturas ancestrales y parte del pensamiento de grandes hombres de la historia.

La relación de Dios con respecto al mundo nos lleva a entender porque es considerado un ser supremo y absoluto, es visto como la causa primera y finalidad suprema de todo, en Él se fundamenta la existencia de los demás seres.

A pesar de todo lo anteriormente mencionado, existe forma de manifestación de Dios en la cotidianidad ya sea de forma constante o de forma ocasional pero siempre como horizonte permanente de la vida.

Una de sus características más trascendentales es su omnipotencia a través de la cual (mediante su relación con los humanos) suprime la voluntad de estos y hace muestra de su grandeza, tal como expone Ferrater Mora, (2000):

…si quiere mantenerse la libertad humana no hay mas remedio que atenuar la doctrina de la absoluta omnipotencia, o para poner en relieve que el albedrio es enteramente siervo y que la salvación del hombre depende enteramente de la arbitrariedad divina, etc.
Podríamos seguir estableciendo definiciones de autores sobre sus concepciones acerca de Dios, pero no podemos olvidar que el objetivo central del presente ensayo es poder establecer una relación entre Dios y la Política, término el cual aun no hemos definido, por lo tanto nos enfocaremos ahora a definirle y así teniendo una concepción clara de cada termino, proceder a establecer cual es la relación entre  ellos.

La política en el trascurso de la historia ha tenido muchísimas interpretaciones, no pocos pensadores se han tomado la tarea de intentar definirla; para algunos es una ciencia, para otros un arte, pero lo que nos concierne en este contexto es conocer la política y su vinculación con el poder.

Manuel Gracia-Pelayo en Idea de la Política menciona las concepciones de diversos autores sobre la política, de las que particularmente nos interesa resaltar la de Harold Lasswell, quien la entiende como la forma de repartición del poder y como una forma de influencia.

Para Hannah Arendt (citada en Introducción a la Política de Fernando Mires, 2004) explica que “el poder no está dado de antemano, sino que se conquista parcial y momentáneamente mediante procesos de acumulación de fuerzas, de votos o de voluntades”. Dios, como principal pilar de las religiones (ser superior que esta sobre todas las cosas) es la mejor presentación que han podido tener históricamente los aspirantes al poder, puesto que en torno a Él giran muchas voluntades, que pueden ser conquistadas por los aspirantes al poder si se utiliza la figura divina.

Weber (parafraseado en Introducción a la Política de Fernando Mires, 2004) el objetivo de la política es el poder. La política es un medio de acceso y distribución del poder en el Estado o entre Estados. Es decir las herramientas que se usan para alcanzar y distribuir el poder en una determinada sociedad.  Entonces aquí encontramos nuestra primera similitud o relación entre Dios y la Política, y se explicaría de la siguiente manera: La política es un medio de acceso al poder, mediante el cual se aprovecha la valoración y estima que tienen los hombres por Dios para lograr el control de los mismos, bajo la idea de que obedecer al que detenta el poder es obedecer directamente  a Dios.

Tomando en consideración las definiciones o ideas de varios autores planteadas con anterioridad, se puede afirmar que si existe una evidente relación entre Dios y la política. La política se sirve de la credibilidad y aceptación de la figura de Dios para así poder lograr su objetivo principal, que como plantea Weber, es el poder. Esta relación puede evidenciarse en las siguientes afirmaciones:

Dios, base y sustento de la monarquía absoluta:
Abstrayéndonos un poco de las concepciones generales de Dios, nos ubicaremos en la idea de Dios en el mundo y la realidad occidental. La principal relación entre la política y Dios, se basa como se ha dicho desde la introducción en la utilización de la figura divina con el principal fin de la política: obtener el poder.

Esta forma de llegar al poder utilizando la imagen de Dios, proviene como ya explicamos desde el origen de las sociedades. Pero es desde finales de la Edad Media cuando aparecen las Monarquías que se acentúa este hecho. A partir de ese momento el utilizar la imagen divina para obtener el poder (político) se hace una necesidad, por lo menos en Europa. Es necesario recordar que tras la caída del Imperio Romano, todo sistema de organización social desapareció, el imperio temporal (de los hombres) se desmoronó pero quedó el imperio de la iglesia que se fundamentaba en la creencia en Dios. Fue una época bastante triste, sombría y dominada por el control total de la Iglesia y basada en la idea de Platón sobre el Topus Uranus, donde se establecía que toda la realidad existente eran solo figuras distorsionadas de la verdadera realidad.

Esta forma de organización bajo sólo el poder de la iglesia no se mantuvo durante mucho tiempo, ya se empezaban a sentar las bases de las monarquías. Esta forma de gobierno se basaba en la existencia de un Rey, que juraba respetar las leyes de Dios y el pueblo. Era quien por derecho divino derogaba, dispensaba y modificaba las normas y ejercía total control.

Su poder era total, y su legitimidad residía en que era rey por derecho divino, por lo tanto obedecer al rey significaba obedecer a Dios.

Cuando la imagen de Dios no se encontraba como elemento central dentro de la configuración del poder monárquico, este comenzaba a perder fuerza y hacerse débil, como ocurrió en Inglaterra durante el reinado de la casa Estuardo, según Pablo Badillo O´Farrell (1977):

Los monarcas pretendían que se volviera a defender que el rey es quien posee el carisma, procedente directamente de Dios, y de este modo se impondría el poder real frente a la autoridad de todas las leyes vigentes, que quedarían pendientes solo de la voluntad del hombre ungido por Dios.

La imagen de Dios ha sido de suma importancia en occidente desde sus mismos orígenes, un reino sin Dios  era imposible de concebirse. Aun cuando Enrique VIII de la Casa Tudor en Inglaterra rompe relaciones con la Iglesia, no lo hace del todo, únicamente crea una iglesia anglicana (con estructura similar a la católica). Sabia que desprender su trono de la deidad significaba perder la monarquía inglesa, que aunque no basada en el absolutismo, puesto que era esencialmente protestante y parlamentaria tenía bases muy profundas en el cristianismo y por ende  la creencia en Dios.

Dios en la política del siglo XIX y en el discurso político actual:
En el mismo orden de ideas, también podríamos mencionar que la relación entre la política y Dios no solo es parte de la antigüedad y de la edad media, constituye un hecho que se manifiesta también en el proceso de  formación de la republicas en el siglo XIX y hasta en los discursos políticos de la actualidad.

El acta de declaración de nuestra Independencia, es un ejemplo de la importancia de hacer mención al “Ser Supremo” como máximo representante de la religiosidad y por tanto le daba investidura y legitimación a nuestro acto independentista:

nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela, poniendo por testigo al Ser Supremo de la justicia de nuestro proceder y de la rectitud de nuestras intenciones, implorando sus divinos y celestiales auxilios, y ratificándole, en el momento en que nacemos a la dignidad, que su providencia nos restituye el deseo de vivir y morir libres, creyendo y defendiendo la santa, católica y apostólica religión de Jesucristo, como el primero de nuestros deberes.

Otros caso similares encontramos en el Escudo del Reino Unido, donde se puede apreciar la frase “Dieu et mon droit(en francés: Dios y mi derecho”) y también uno de los lemas nacionales más representativos de los Estados Unidos es In God We Trust ("En Dios confiamos").

De igual manera, en la actualidad los políticos no dejan de prescindir en sus discursos de la deidad o algún término que haga alusión a ella. Significa acercarse más a las masas, discursos profundos, que bien disfrazan la intención de un determinado candidato postulado a algún cargo público.

La política, como ya vimos puede siguiendo las ideas de Maquiavelo usar la religión para manipular a los ciudadanos. Valerse de hacer mención en reiteradas oportunidades a Dios como una forma de captar la atención de los mismos y así lograr el objetivo, que después de todo es obtener el poder. Aunque  no es la única manera de lograr obtenerlo, es una de las formas que mejor ha funcionado por años. 

Consideraciones Sobre el Proceso de Descolonización de Venezuela



  Es innegable el hecho de que Venezuela  para mediados de los años setenta, tenia como toda nación capitalista subdesarrollada una dependencia casi absoluta para con Estados Unidos, excluyendo solamente el ámbito formal jurídico – político. Por lo menos de esta forma lo reseña    Federico Brito Figueroa  en Venezuela Contemporánea ¿un país colonial? (1972).

Es evidente que el imperialismo en la actualidad no es como el atroz reparto África a finales del siglo XIX, sino que esta de alguna manera un poco más camuflado, basado principalmente en aspectos económicos. Pareciera que las potencias mundiales  han entendido desde hace ya bastante tiempo que la mejor forma de dominación política se centra en el control total de la economía de un determinado país, es decir la administración total de sus recursos limitados por parte de una potencia extranjera que desconoce y da la espalda a las necesidades de la población y sólo busca generar el máximo bienestar a un sector que no representa la mayoría, por lo menos no a nivel poblacional.

En el caso venezolano, es incontrovertible el hecho de que nuestro principal recurso natural (el petróleo) durante mucho tiempo fue controlado por monopolios norteamericanos  que obtenían grandes dividendos por la explotación del recurso y dejaban muy poco a la nación. Los grandes consorcios de Norteamérica controlaban la riqueza petrolera a su conveniencia, lo cual no era de sorprender conociendo nuestro estatus de “subdesarrollo” si ya tal imperio había conquistado los mercados de toda Europa. 


Es comprensible de alguna manera el interés en nuestro país, puesto que además del petróleo existen otras razones por las que Venezuela se consideraba el más importante arsenal colonial del imperialismo militarizado norteamericano, tales como la situación geográfica, fuente de minerales y un Estado acorde a la media y en función de solventar las necesidades de la oligarquía financiera de Estados Unidos, como lo enfatiza Brito Figueroa.

Sin embargo, la perspectiva que nos presenta el autor tiene mucha adhesión a las ideas marxistas (la mayoría de los postulados y datos estadísticos que nos presenta tienen inclinación hacia esta perspectiva metodológica). Aunque todo lo anteriormente mencionado es a la verdad muy cierto, es necesario hacer algunas consideraciones elementales sobre el tema.

En primer lugar en la actualidad, la situación de dependencia para con Estados Unidos ha disminuido en grandes proporciones, si bien es cierto aun no existe una dependencia absoluta se ha logrado y avanzado bastante en este aspecto.

En segundo lugar, el autor muestra el proceso de “descolonización” de la Venezuela contemporánea en función de la progresiva adaptación al ideario marxista. Claro esta, que para 1970 tal consideración era del todo valida, pero hoy día había que plantearlo una y otra vez tomando en cuenta aspectos más que filosóficos y doctrinales.

En tercer lugar, las constantes referencias a los innegables progresos de la revolución Rusa de 1917 como una experiencia mas que estrictamente local, nos llevaría a plantearnos una consideración importante ¿Acaso el fracaso de tal sistema (socialismo) también podría considerarse un resultado no estrictamente local sino universal?

Por ultimo, se muestra a la URSS como ente pacifista y conciliador en la II Guerra Mundial y otros conflictos de escala mundial, olvidando la negativa de desocupación de Alemania Oriental o los Estados Tapones (Lituania, Estonia y Polonia) al terminar la Segunda Guerra ¿No son estas acciones imperialistas?
Con estas consideraciones se quiere expresar que si bien es cierto es imposible negar el proceso de colonización de Estadios Unidos en Latinoamérica, y aun especialmente en Venezuela debido a las características económicas e importancia estratégica que posee, la perspectiva marxista no necesariamente es la apropiada para ofrecer una solución al problema.
La dependencia absoluta podrá alcanzarse cuando existan entes gubernamentales que entiendan que la solución del problema no esta en adhesión total a ideales, que no necesariamente han funcionado en sus lugares de origen, sino trabajar en función de ideales propios, nacidos de nuestra propia realidad histórica, creando una planificación objetiva del país que se desea construir, en el que los principal pilares sean en la practica mas que en el discurso: la educación, salud, buen vivir y cultura (de calidad) y para todos los venezolanos.

              El proceso de descolonización de Venezuela parece un poco  lento, sin embargo  es posible. No podemos negar la existencia de grandes imperios que pretenden controlar el escenario mundial pero la vía no es enfrascarnos en meras discusiones y frases peyorativas y demagógicas sino en el deseo de trabajar para lograr una independencia de pensamiento a través del conocimiento, después de todo este proceso confirmaría la importancia de la educación en el proceso de descolonización que inicio desde hace mucho pero que avanza muy lentamente por la cantidad de tropiezos ideológicos con los que choca una y otra vez.